Desde que supimos quién era ella y por todo lo que se decía fuimos a verla. De cierta manera pasamos por su casa. Muchos que no la conocían lo hicieron igual tratando de saber quién era aquella mujer de la que tanto se hablaba
Fuimos a verla la mayoría de quienes nos conocimos en esta colonia, buscamos la forma de encontrarla, de ver de pasada alguna parte de su ropa tendida, ver si estaba la casa cerrada o si alguna ventana estaba abierta, con el chisme completo de si había tenido niños, o por qué no se había casado si había tenido novios. Todo salió a la palestra por ese tiempo, si las hubiesen juntado hubiera habido más gente que en la misma posada.
Era la mujer que no había ido a la posada, la que no había ido a ninguna posada y más recientemente se decía que era, lo que es peor, la que no fue invitada.
A nadie sin embargo le pareció extraño que esa mujer, quién ahora padecía esa decadencia de ser ignorada, sufriera, que se deprimiera o que cayera en un estado de coma por no haber ido a la posada.
Ya habían pasado varios días desde aquella famosa posada. Y ya había pasado por supuesto el día siguiente aquel en que sus amigas, que no se habían dormido antes de acostarse, en la mañana tal vez le hablaron para preguntarle “por qué no fuiste, estuvo bien padre”. Pero no le hablaron.
La mujer que no había ido a la posada contó todo a su esposo, porque estaba casada y una mujer que está casada le cuenta estas cosas a su esposo “las muchachas andan con el chisme de que yo no fui a la posada, además lo han engrandecido como si esto fuera muy grave. Es verdad que pudo ser una ofensa, pero yo no quise ofender a nadie”.
“Pues a ver qué haces con eso” le dijo su esposo, después de mucho pensarlo. De hecho se lo dijo hasta en la tarde después de no hablar con nadie. Y también para preguntarle qué había hecho con el dinero del intercambio de regalos. “Cuál dinero”, le preguntó ella en momentos en que no estaban para pelearse, o quién sabe.
Después de eso ya no se supo nada de lo que ambos platicaron y sin embargo los rumores crecen por todas partes y dicen que los vieron pelearse, ya sabe usted cómo es la gente, “pero si lo único que hice fue no ir a la posada, no por nada”. Se repetía ella en la oscuridad de su almohada.
“Simplemente no tenía ganas. Además ya le pedí a Diosito perdón por todos mis pecados y ya me contenté con todas y ojalá y haya sido por eso que por el mucho amor que me tienen que se hayan sentido ofendidas”. Pensó ella la mujer que no había ido a la posada, tal vez ocultando su verdad ella misma, uno no anda preguntando por ahí esas cosas y dicen que lo que se ve no se juzga. Además su esposo tampoco había ido y no por eso se andaba muriendo. Ni se ha de haber acordado.
Conforme pasó el tiempo y era notable ya la ausencia en las calles de la señora que no había ido a la posada y también era lapidario y hasta cierto punto un acoso el estar pasando a diario por su casa para preguntar o saber qué pasaba, muchos de nosotros queríamos ayudarle en lo que que otros sólo querían ver la continuación de la telenovela.
Finalmente armados de valor varios de nosotros fuimos y nos apersonamos frente a su puerta. De adentro salió una señora pálida a quien no veíamos desde hace muchos años. Era ella, no cabía duda, la que no había ido a la posada.
Yo me adelanté un poco para decirle que ahora era igual que todos nosotros en virtud de que la posada se había suspendido, pero que además se había reprogramado para la próxima semana y que era de traje, que no se apurara, que no fuera si no lo deseaba, ni que fuéramos mucha pieza.
HASTA PRONTO.