Lo que presenciamos en el Congreso fue inédito: la misteriosa presentación, y discusión de una iniciativa huérfana, que hasta se aprobó en Comisiones, pero ayer no tenía nadie que la reclamara como suya.
Por el contrario, Tino Sáenz -su verdadero creador, aunque luego dijo que lo habían chamaqueado- intentó desmarcarse de todas las formas posibles; hasta llegó a decir que “sólo la leyó”, pues así se lo había pedido Arturo Soto, el presidente de la Comisión de Finanzas.
Lo del priísta además de una afrenta a la inteligencia colectiva, es de una notable cobardía que deja muy mal parado a su partido, que por estos días busca sin éxito alguno lavarse la cara ante el electorado.
Ahora bien, si Tino actuó por quedar bien con alguien, o como es costumbre a Arturo Soto le ganaron sus afanes protagónicos y quiso lucirse con una propuesta que hasta ayer por la mañana defendía con uñas y dientes, al final ambos quedaron muy mal parados.
Porque el presidente de la Comisión de Finanzas, donde se mueve como pez en el agua (nada se mueve ahí sin su aval), ayer tampoco atinó a reconocer de dónde había salido la propuesta de cobrar por la recolección de basura. “Yo no la presenté”, repetía como un mantra ante los cuestionamientos de la prensa, pero sin aclarar el verdadero origen de la polémica iniciativa.
También sale raspado Gerardo Peña. No solo porque él también había votado a favor del cobro por la recolección y del incremento al predial, sino porque no pudo desactivar a tiempo la primer crisis que enfrenta como pastor del Congreso.
El tema creció tanto que tuvo que ser el gobernador el que pidiera dar reversa a una medida, que resulta tan impopular, por una razón muy sencilla: la población está cansada de pagar los platos rotos en época de crisis, cuando son pocos, contadísimos, los alcaldes que se han tomado en serio las medidas de austeridad.