Quienes pensaban que los problemas de Edgar Melhem al asumir la dirigencia estatal del PRI serían solamente de índole financiero, por las multas y las demandas laborales que todavía tiene que pagar el partido, seguramente tendrán que rectificar.
Así quedó claro en la reunión celebrada en su rancho, tras el evento donde tomó posesión como presidente del Comité Directivo Estatal.
Porque el pleito inicial entre grupos políticos que se dibujó al inicio de esta contienda por el liderazgo príista, se resolvió, pero al mejor estilo tricolor: repartiéndose el botín, o en este caso los restos de un partido maltrecho, del que han huido cientos de operadores y que apenas puede presumir unas cuantas alcaldías y tres diputaciones locales.
Pero el domingo se aparecieron en el rancho de Melhem, prácticamente todos los ex presidentes del tricolor que siguen activos; sólo faltó el siniestro Ricardo Gamundi, pero ahí anduvieron por ejemplo, Enrique Cárdenas del Avellano, quien ya se siente el candidato a la gubernatura; Eliseo Castillo; Rafael González Benavides; el tuitero buscapleitos Sergio Guajardo Maldonado, y por supuesto Yahleel Abdala.
La bendición de Egidio se hizo presente con la llegada de Tomás Gloria, a quien buscó imponer como dirigente, incluso cuando desde el centro del país ya se había mandado la línea para ungir a Melhem.
También hubo ex alcaldes de varios municipios, un ex gobernador, ex legisladores federales y claro, la presencia de Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, a quien los priístas le pidieron en unísono que no se olvide de Tamaulipas, como hicieron otros dirigentes nacionales.
En fin, lo que fue presumido por los priístas como el gran poder de convocatoria de la nueva dirigencia, también ofrece una segunda lectura: el PRI tamaulipeco seguirá secuestrado por los antiguos factores de poder que Melhem juró hacer a un lado.