Con las 12 de la noche se ha ido la luz. Afuera, luego de un murmullo que generó ese instante, se han apaciguado las voces y comienza el silencio expectante en la calma chicha de la oscuridad. Por la ventana se puede ver que se fue la luz en toda la ciudad , ni siquiera hay un ligero resplandor del régimen anterior de luces.
La oscuridad en ese entonces es no saber qué sigue, porque no se ven los objetos que han perdido su historia, no saben qué ha pasado con ellos, quién los movió de su sitio con ese movimiento oscuro atrás de las cortinas de hierro, de los ojos cegados por un apagón de la luna.
Así que está completamente oscuro. No tengo vecinos a dos cuadras y estoy solo. Ahora me descubro completamente solo. Trato de ver de nuevo la hora, pero el celular se apaga. Me he quedado sin pila, fácilmente pasaron de las 12. Hace rato que me doy cuenta que el tiempo pasa en la oscuridad sin darnos cuenta.
Pasa el tiempo como el fantasma en su dictado de manecillas invisibles, pasa en su fantasma de reloj y sin alma, sin carrocería. Sin la maquinaria de ruedas, todavía da vuelta al planeta para encontrar la hora que buscaba el profeta para llegar a la cita.
Con lo que hay de oscuridad pudiera comprar una noche completa. Cuando todo está oscuro se entera uno de cosas que no se miran cuando hay luz. En la oscuridad se preserva la mirada oscura, la que mira por dentro de la sombra, la que oscurece más que el sol si se apagara.
Pareciera que atrás de las sombras están todos los que sufrieron, convocados los que alguna vez escucharon una mala noticia, una buena y una mala y la peor era la buena, los que no aprendieron a contar ni a leer ni escribir en la escuela, los que lloran sin lágrimas, los que aprendieron afuera, los niños a salvo, solitarios y eternos abajo de un árbol. Las voces sin quiénes las escuchan. La oscuridad contiene los últimos momentos de la noche y los primeros vasos rotos de la lluvia. Qué ligereza nocturna.
Atrás de la niebla está el origen incierto como un pantano con un cocodrilo que se devoró a sí mismo. Ahí están todos los llantos que hicieron el lodo. Ahí están las mentiras reunidas en una sola persona. Ahí está uno solitario, pensando en la sombra.
Oscuridad en que domina la tentación de ver qué hay del otro lado de esas paredes, desde unos ojos negros que nunca se cierran.
Comienzo a creer que no existo. No se emocionen. Es una broma. No se lo he dicho a nadie. Se trata de una mancha ingrata, de una mancha en la ropa, se trata de una araña negra, se trata de la noche que llega a la navegación de las noches y que me encubre.
Necesito que me avisen que viene alguien, que algo ya pasó, quién hizo ese graffiti, cuánta gente hay en el silencio donde estoy.
Con tanta oscuridad se logra comprender que más que oscuridad, más que la noche, más que callar, más que no hacer, la oscuridad se construye. Es todo. Uno es el tamaño de su sombra y de la noche que va pasando.
Son las 12 de la noche y me siento pequeño en este apagón con la ciudad oscura. Y sin embargo me descubro gigantesco en la oscuridad que hay abajo de los techos, donde la noche es más solitaria y relativa que nunca.
HASTA PRONTO.