Motivada por algunos aduladores profesionales, se pasea por el estado y la capital del país convencida de que aparecerá en la boleta electoral del 2022, compitiendo por la gubernatura de Tamaulipas.
¿Por qué partido? eso ni ella lo sabe, pero Maki Ortiz anda desde hace meses en modo precandidata, al mismo tiempo que dinamita sus relaciones con el grupo político del gobernador.
Así, un día se reúne con periodistas, otro con empresarios y hasta con políticos de otros partidos que le ayudan a vender el cuento de que es una aspirante cotizada para las próximas elecciones.
Lo cierto es que las encuestas que circulan sobre su gestión no la dejan precisamente bien parada, sobre todo en aquellas que no necesariamente cuentan con su patrocinio, como la más reciente de Mitofsky que la situó muy lejos de los primeros lugares.
Tampoco prosperó la percepción de que Maki mantiene un férreo control político de su municipio y se ha convertido en una operadora para temer; por más que quiso blofear en la última contienda con su supuesto capital para obtener posiciones, al final se quedó sin nada y el PAN obtuvo sin problema todas las diputaciones de Reynosa.
Así pues, a los ciudadanos reynosenses -acostumbrados a lidiar con las calamidades propiciadas por su alcaldesa- no les quedará más que resignarse a soportar casi dos años más de verla inmiscuyéndose en todo lo que ella suponga, le puede redituar puntos de popularidad. De las broncas que sufre su municipio, ni le pregunten.
Por otro lado, todavía resuenan los ecos del encuentro que sostuvo Edgar Melhem con priístas de Tampico. Los mal intencionados cronistas de la vida pública del puerto describen aquella reunión como una auténtica sesión espiritista, en la que el flamante dirigente estatal buscó traer a la vida a ciertos espectros políticos, de los que hace mucho no se sabía, ya sea por sus sonadas derrotas electorales, o de plano por temor a la justicia.