El senado norteamericano acaba
de ratificar el nuevo acuerdo
comercial entre México,
Estados Unidos y Canadá conocido
como T-MEC o USMCA (en inglés).
Solo falta que el presidente norteamericano
lo firme y que Canadá, su
parlamento y primer ministro hagan
lo mismo.
El T-MEC abandona el concepto
de libre comercio ante la exigencia de
Trump pasar a un “comercio justo”;
es decir un intercambio comercial
esencialmente equilibrado. Bajo el
TLC México pudo venderle a los Estados
Unidos mucho más de lo que le
compraba; en los últimos años hemos
tenido un superávit comercial (más
ventas que compras) de alrededor de
80 mil millones de dólares.
Con el T-MEC se establecen no
solo condiciones a las exportaciones
mexicanas, sino al funcionamiento
de toda la economía nacional, que
apuntan a corregir ese desequilibrio
comercial. Dos son las vertientes
principales de cambio. Una es la
exigencia de un mayor contenido
regional, es decir generado en cualquiera
de los tres países del tratado,
en las exportaciones mexicanas a los
Estados Unidos.
Esto afecta de manera importante
al modelo exportador de México
que en buena medida lo que hace es
ensamblar materiales y componentes
provenientes del sureste asiático.
Hemos empleado los dólares del
superávit con los Estados Unidos para
financiar un déficit de tamaño similar
en el comercio con China.
Una segunda vertiente de cambio
inscrita en el T-MEC es reducir la
diferencia de ingresos entre la mano
de obra norteamericana y la mexicana,
donde la segunda a duras penas gana
alrededor de la décima parte que la
primera. El nuevo acuerdo establece
cuotas de producción de automóviles
en las que los trabajadores deben ganar
un mínimo de 16 dólares la hora; lo que
solo se cumple en los otros dos países.
Otra medida orientada a la nivelación
salarial tendrá un impacto más
generalizado; es la exigencia de que
en México se acaben los contratos de
protección, los sindicatos blancos y
evolucionemos hacia una transparente
democracia sindical y un marco de justicia
más favorable a los trabajadores.
Dado el grado de integración de la
economía mexicana a la norteamericana
es mejor cualquier acuerdo que
ninguno. El presidente López Obrador
festejó la aprobación norteamericana
diciendo que con este tratado habrá
más confianza para invertir e instalar
empresas en México, para que haya
trabajo con buenos salarios y bienestar
para el pueblo.
Tal vez una condición necesaria,
pero, de acuerdo al secretario de
Hacienda, Arturo Herrera, el nuevo
tratado no es suficiente para impulsar
la economía. Sobre todo si vemos que
en 2019 México tuvo un crecimiento
cero y aunque el pronóstico para
este año es ligeramente positivo, no
deja de estar basado en el optimismo
simplista de costumbre.
Tampoco son muy buenas las
perspectivas de crecimiento de la
economía mundial. Y en este contexto
Trump acaba de firmar con China la
fase uno de un acuerdo comercial
con una orientación similar a la del TMEC.
El acuerdo básico es que China
se compromete a elevar sus compras
de productos norteamericanos en
200 mil millones de dólares en los
próximos dos años. De este modo se
reducirá en una porción substancial el
gran déficit norteamericano con ese
país que en 2018 fue de 419 mil millones
de dólares. Aunque los aranceles
impuestos por Trump lo redujeron en
casi 70 mil millones en 2019.
Con este acuerdo lo que recibe
China es que no se cumpla la amenaza
de imponer aranceles a 160 mil
millones de dólares de importaciones
electrónicas (celulares y laptops), y
que se reduzcan los aranceles del
15 al 7.5 por ciento en otros 112 mil
millones de dólares de importaciones.
Importa señalar que Estados Unidos
mantendrá altos aranceles, del 25 por
ciento para 250 mil millones de dólares
de otras importaciones chinas.
Tanto el T-MEC como el acuerdo
fase uno con China establecen reglas
de administración del comercio favorables
a los productores norteamericanos.
Esto supuestamente revertiría,
al menos en parte, la pérdida de unos
5 millones de empleos industriales
norteamericanos bien pagados en los
últimos treinta años, y también revitalizaría
a su sector agropecuario, sobre
todo por mayores ventas de soya y
carne de cerdo.
Los dos tratados introducen modificaciones
sísmicas que impactarán
en los próximos años el comercio internacional
y la economía mexicana.
No se prevé que las mayores com-
pras de China a los Estados Unidos
revitalicen un comercio mundial en
decadencia. Lo más probable es que
China reduzca sus compras provenientes
de otros países.
De manera paradójica puede afirmarse
que el acuerdo entre Estados
Unidos y China es más favorable para
México que el T-MEC. Ya la disminución
del déficit norteamericano con
China en 2019 colocó a México como
el principal país proveedor norteamericano.
Es una señal de la oportunidad
que se abre para nosotros en la
medida en que Estados Unidos fuerza
la reducción de su déficit con China.
Solo que esa oportunidad no
será aprovechable sin una estrategia
definida de crecimiento industrial
esencialmente substitutivo de las importaciones
de componentes chinos.
A eso nos lleva el T-MEC y, si cumplimos
sus requisitos, podría fortalecer
las exportaciones mexicanas.
Solo que el costo de avanzar en la
substitución gradual de China como
proveedor norteamericano es hacer
lo que hace el país asiático; elevar sus
compras de productos norteamericanos.
Lo que no puede hacerse bajo la
ya rebasada filosofía del libre comercio
y requiere de un intercambio
administrado.
En una perspectiva mundial de
bajo crecimiento, sobreproducción y
debilidad de la demanda necesitaremos
de medidas audaces de transformación
de la economía nacional. Debemos
perder la ventaja comparativa que nos
han dado los salarios de hambre y pasar
a una estrategia de fortalecimiento del
mercado interno asociada al incremento
de la producción nacional.
Las transformaciones en puerta y
el aprovechamiento de sus oportunidades
requieren de un Estado fuerte,
rector de la economía, que abra
oportunidades a la inversión privada
en una estrategia de substitución de
importaciones orientales tanto por
producción interna como por el incremento
de importaciones trinacionales
que impone el T-MEC.