“El avión que compró Calderón, que tuneo Peña y que no quiere volar López Obrador, tuvo un costo original de 218 millones pesos, su valor actual es de 130 millones, y es de pronto casi responsabilidad nuestra”
Si algo tiene la televisión mexicana es que nos retrata con atemporalidad, exactitud y buen humor, como para darnos palmaditas en la espalda y ánimo, como cariñitos a los perros. Así nos presentaron un personaje que llegó para quedarse en el gusto popular, creo empatía con todos y brotó la ternurita que todos tenemos dentro, Margarito, célebre por su rostro esperanzador, de inocencia personalidad y candidez al actuar, es aún recordado con mucho cariño y lastima.
“Lastima Margarito” era la frase final del programa cómico que se reía de las ilusiones de los aficionados a los programas de concursos, incentivados por las mismas televisoras hasta ahora. Bueno, pues hoy todos somos Margarito, el vendedor de ilusiones nos pone en el aparador un avión presidencial, que puede ser nuestro por tan sólo 500 pesos el cachito, que sí somos buenos y colaboramos con la causa, además de participar en la rifa estaremos beneficiando a muchos enfermos porque el dinero del sorteo podría ir a parar a los hospitales, los más necesitados, donde muchos Margaritos han muerto por la indolencia de las autoridades pasadas que no atendieron el bien el changarro.
El avión que compró Calderón, que tuneo Peña y que no quiere volar López Obrador, tuvo un costo original de 218 millones pesos, su valor actual es de 130 millones, y es de pronto casi responsabilidad nuestra, ¿Que vamos a hacer si nos lo sacamos?
Y como los mexicanos nos pintamos solos para eso de la improvisación y arreglos domésticos, luego luego nos asaltaron las ideas, si nos lo sacamos lo hacemos hotel, uber aéreo, taxi para la raza y compañeros de trabajo, nos baños ahí dentro, no quedamos a vivir en él o de plano lo usamos como lo que es, un avión presidencial y nos ponemos a viajar con glamour político. Pero tanta felicidad no puede durar mucho, también están los bemoles, donde lo vamos a estacionar, donde lo emplacamos, como lo manejamos y como le llenamos el tanque. Puras alegorías mentales.
Lo bueno, que del inmarcesible humorismo mexicano, siempre nos rescata la conciencia y nos obliga de inmediato a poner los pies en la tierra y atajar los sueños guajiros de andar queriendo volar muy alto. Ese mismo día que nos despertaban con la idea de un fabuloso sorteo nacional, al caer la noche nos aclaraban que no era posible tan espectacular ocurrencia presidencial, cuestiones de hacienda, de facturas y dinero imposibilitan que uno sea millonario.
Una vez aclarado el punto quedan cuatro opciones para deshacerse del problemita, venderlo, rentarlo, traspasarlo a Estados Unidos o hasta ofrecerlo en partes, pero en ninguna va implícita la voluntad popular. Terminado el mal chiste, a otra cosa mariposa y esperar la pauta política para agarrar otro avión que evade la realidad.