Hay días como el de ayer, en que la vida pública del país ofrece escenas que tienden más bien hacia la peor de las comedias, la involuntaria.
Véase si no, la sesión de la Comisión Permanente en la que compareció Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, y en la que el otrora poderoso mandamás de San Lázaro, Porfirio Muñoz Ledo, fue acallado por su propia bancada.
El diputado más longevo pretendía mostrar a la ombudsperson un video en el que se apreciaba la polémica actuación de la Guardia Nacional en la frontera sur para contener a la caravana migrante de Centroamérica.
Pero los morenistas no respetaron ni las canas de su decano, y se opusieron de todas las formas posibles a que siquiera tomara la palabra; la imagen quedará para los anales de la historia legislativa: Muñoz Ledo de pie junto a Rosario Piedra, exigiendo el uso de la voz como si de un fantasma se tratara.
Desde luego que detrás de la anécdota se esconden otras lecturas más preocupantes. Por ejemplo, la banalización de un organismo tan importante para el desarrollo del país que ha venido devaluándose por escenas como la de ayer, pero sobre todo porque parece ausente de temas trascendentales en la actualidad como la crisis migrante, y hasta la ola de feminicidios que azota al país.
Como el INE, el INAI y otros entes de este tipo, su consolidación costó mucho tiempo y esfuerzo, como para tirarlo por la borda de un momento para otro.
Hablando de organismos autónomos, el Congreso del estado ayer eligió a los tres nuevos comisionados del ITAIT: Dulce Adriana Rocha Sobrevilla que fue electa por siete años; Rosalba Robinson Terán, por 5 años y Humberto Rangel Vallejo, por tres años.
La carrera de Rangel Vallejo ha dado muchas vueltas en los últimos años; como líder moral del Partido Verde en Matamoros, llegó al Congreso por la vía plurinominal, donde a los pocos meses dejó su militancia verde para sumarse con entusiasmo al proyecto político del PAN.