Ayer se escribió un nuevo capítulo de la telenovela de enredos que vive Morena para renovar su dirigencia. Y otra vez, al menos hasta que el Tribunal Electoral vuelva a pronunciarse, la gran derrotada es Yeidckol Polevsnky.
Finalmente, Bertha Luján logró el quórum necesario para realizar un Congreso Nacional Extraordinario, en el que los consejeros de Morena decidieron remover a Yeidckol de la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional, y poner en su lugar de manera interina al diputado Alfonso Ramírez Cuellar.
Claro que, como era de esperarse, Polevnsky recurrió a los estatutos del partido para desconocer dicho Congreso y aferrarse a la silla. Como no podía ser de otra forma, a partir de ayer Morena tiene dos presidentes del CEN, uno temporal respaldado por el Consejo Nacional y otro apoyado por algunos comités estatales.
A seis años de su creación, el futuro político del partido no podría estar más enredado: flota sin liderazgo, ni cohesión, y por tanto, ni asomo de una estrategia que no sea acompañar y colgarse de las propuestas del presidente, quien por otro lado, no ha mostrado demasiado interés en meterlos en cintura.
Este caos en el que patalea Morena desde luego ha permeado hacia las estructuras estatales, como la de Tamaulipas donde nadie sabe bien a quién responde, y sus cuadros más relevantes viven enfrentados para ver quién puede sacar más raja política de sus posiciones.
Por ejemplo, el mazazo de ayer a Yeidckol tiene sus damnificados en tierras cuerudas, como el doctor Américo Villarreal, uno de los pocos que todavía la apoya y como muestra de ello, el sábado en la víspera de la realización del Congreso, publicó una fotografía con su jefa.
Del otro lado, estarán felices -a ver por cuánto tiempo- personajes como los alcaldes Adrián Oseguera y Mario López, y desde luego el delegado Gómez Leal, quienes han apostado por un eventual liderazgo de Bertha Luján.
Como sea, las turbulencias en Morena están lejos de terminarse.




