CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-Viernes 12 de abril del 2019, estadio Chase Field de Arizona Diamondbacks; los Padres de San Diego jugaban de visitantes y estaban abajo 1-0; en la parte baja de la sexta entrada Andy Green, entrenador de los de San Diego necesitaba a alguien fuerte y con confianza para lanzar una entrada que era clave.
Decidió llamar un joven que portaba el jersey con el número 64, nunca había lanzado en Mayores en un duelo oficial, por lo que sería su debut. Era mexicano, era tamaulipeco y de Santa Engracia, Tamaulipas.
Para la mayoría era un desconocido, literalmente era el novato. Pero el entrenador le tuvo fe de que podría hacer un buen trabajo; Gerardo Reyes es su nombre. Ese día subió por primera vez en un partido oficial de Ligas Mayores a la ‘loma’, esa en la que los pitchers, olvidan todo, y se ponen en modo automático, sólo con el ‘simple’ objetivo de quemar la bola y evitar que el rival conecte con ella.
Tenía la etiqueta de debutante, pero no la demostró, lanzó como si fuera un auténtico experimentado, Reyes tiró como acostumbra: preciso, seguro y potente por encima de las 90 millas.
Finalizó el out con un ponche al veterano Adam Jones de Arizona, que no conectó ninguna bola lanzada por Reyes, pero sí le ‘conectó’ una sonrisa que decía más que mil palabras “sentí que con eso me decía ‘bien hecho’”.
Gerardo terminó su labor con cero carreras en contra y a la postre, los Padres le dieron la vuelta, para triunfar 1-2. Así fue el debut del originario de Santa Engracia, Tamaulipas, un sueño que desde niño tuvo cuando peloteaba en el campo béisbol de su pueblo y por algunos años en Ciudad Victoria, que fue su segunda casa.
Ahí comenzó una parte de la vida de Gerardo, el apartado que llama ‘sueños cumplidos’, pero detrás de todo eso, existen capítulos que podríamos llamar ‘sacrificios y caídas’ que vivió junto a su familia, que se podría decir que son actores principales, además de ser su más grande motor y apoyo en esos lapsos en los que no la pasaba bien cuando pensó en colgar el guante y dejar el diamante de las emociones, pero todo estaba preparado para que su historia, fuera de éxito.
Amor heredado
El comienzo de Gerardo Reyes fue en Santa Engracia, poblado que está a 50 kilómetros de Ciudad Victoria y que tiene apenas 6,000 habitantes. Él no se apena a decir que creció en esa zona, conocida por ser exportadora de naranja a todo Tamaulipas y parte de México y que ahí se basa su economía, junto al ganado, “yo soy de ahí, ahí crecí, me registraron en Victoria y después viví varios años, pero yo siempre digo que soy de allá (Santa Engracia)”, confesó en la entrevista mano a mano con Oé!.
En tierras naranjeras nació todo el amor por el bate, el guante y la pelota cocida justo a los 7 años, “yo vivía cerca del campo de béisbol como a unas tres cuadras mi papá y mis tíos jugaban mucho, nunca entrené con un equipo, a los siete años comencé solo con un trabajador de mi papá, él fue el primero que me cachó un bullpen, después ya me incorporé a un equipo, a veces a íbamos a jugar a Victoria, pero era informal, a veces jugábamos cada quince días”, indicó.
A los 11 años, al ver que era muy apasionado aún más que sus compañeros, recibió la invitación para jugar en Victoria, “me invitaron a la Santa María de Aguayo, un equipo de ahí que se llamaba Astros, fue cuando me fui a vivir a Victoria, mis papás se quedaron en Santa Engracia, yo estuve con mis hermanas, jugué varios años, como unos tres”, mencionó.
‘No tenía talento’
Gerardo soñaba con llegar lejos, pero era realista y sabía que iba a ser muy complicado, por lo que no se trazó directamente esa meta de llegar a Grandes Ligas, pero sí la de seguir con entrenamientos, buscar mejores y que eso le diera la posibilidad de tener becas para estudiar en Estados Unidos.
“A los 14 me fui a Estados Unidos. En sí todo comenzó porque realmente yo quería estudiar, todo fue por eso, porque no tenía nivel -entre risas- en realidad, nos fuimos algunos compañeros para allá, y creo que era el que menos nivel tenía, para empezar estaba chaparrito, no tenía velocidad, no corría, no bateaba, sólo sabía estudiar”, recordó con una sonrisa.
Calvario universitario; pensó en retiro
Gerardo vivió un calvario en la etapa de Universidad, pasó por diferentes escuelas; desde cerrar el programa de béisbol, hasta lesiones que lo hicieron regresar a Victoria y perder el año, de todo eso vivió el tamaulipeco, incluso hasta ser hecho menos por falta de habilidades.
Tras el cierre de su primer universidad en el tema de béisbol, continuó con entrenamientos y se preparó para otro Tryout, ese fue el que inició a abrir camino.
“Fui de pura casualidad, iba a ver. Pero me dijeron que los apoyara a ser el pitcher, porque querían ver a las categorías mayores al bate era visoria para ellos, los grandes. Me subí -a la loma- y empecé a lanzar, estaba muy nervioso porque había como 15 visores de Ligas Mayores, se me hizo raro porque era mi primer año. Di la primer pitchada, y pusieron la pistola de velocidad, yo veía que se la pasaban como sorprendidos, yo dije, ‘o estoy tirando muy lento o que pasa’, tiré varias veces y todos los veteranos de Universidad no me hicieron nada”, rememoró.
“Después de la práctica, se me acercaron tres visores y me dieron su tarjeta y me enseñaron, ‘mira, tiraste a 93 millas’, yo me sorprendí, porque en mi vida había tirado tan rápido y me empezaron a dar seguimiento y fue la primera vez que me vio el scout que me firmó, Marcos Tovar”, detalló.
En la Universidad de Galveston, otra en la que estuvo tuvo una gran temporada y llegó a jugar el Duelo de las Estrellas de la liga colegial, pero después se lesionó y perdió la oportunidad de estar en Draft.
“En alguna parte de ese momento pensé en dejar todo, no me ofrecían nada de becas, me decían que no tenía suficiente brazo, que estaba muy chico, las lesiones, mala suerte. Yo pensaba regresar a México y ponerme a estudiar acá, ya de plano puro estudio”, pronunció.
Abrió una puerta
Tras todo eso, se recuperó con terapias pagadas por su familia, quería regresar y demostrar; la oportunidad le llegó semanas después de haber recibido el alta para poder jugar de nueva cuenta, “Regresé, me compuse de la lesión. Después me enteré que en Hidalgo, iba a ver un Tryout de los Tampa Bay, yo venía de la lesión y aparte no traía nada, ni guantes, ni si quiera una gorra. Yo tenía siete meses sin tirar un pelota, yo dije que para qué iba a hacer el ridículo, pero me convencieron”.
“Eramos demasiados jugadores. Lo que hicieron, fue que dijeron, que los que tuviéramos más de 18 años y no tiráramos más de 90 millas, pues no lo intentáramos, porque no iba a alcanzar el tiempo, me acuerdo que dije ‘pues ya me voy’, ya tenía mis cosas para irme, llegaba sin prepararme, no creía que podía tirar eso, pero un amigo me dijo que me quedara, porqué ya nos habíamos levantado temprano -entre risas-“, expresó.
Decidió quedarse, preguntaron quien iba a ser el primero en lanzar. Nadie quería, y salió el carácter del tamaulipeco, “dije ‘total si aquí acabo que sea temprano’, lancé como seis veces y dijeron que ya yo creí que lo había hecho mal, pero me habló el visor y me dijo ‘¿Tú eres Pollito?’, así me dicen en Texas, y le dije que sí, me contestó que me estaban buscando por mucho tiempo y me dijo que sí quería me pusiera a trabajar y me daban un mes para poder regresar a las 93-94 millas que lanzaba.
En ese mismo instante, consiguió equipo por parte de los que estaban en la visoria y hasta raid para llevarlo a jugar, varias personas le ayudaron incluido el scout Marcos Tovar, quien a la postre lo terminaría por firmar.
“Mañana, tarde y noche entrenaba. En la mañana corría, en la tarde entrenaba béisbol y en la noche gimnasio, el fin de semana jugaba. El equipo donde me metí de pura fregadera nos metimos a la finales regionales, en Dallas jugamos y estaba el scout, ya había pasado el mes, perdí el juego 1-0, yo pensé que ya había valido, no se haría, pero aún así me dijo que me iba a buscar una Universidad, porque sabía que ya no estaba. Yo me regresé a Victoria de vacaciones”, declaró.
Llamada que cambió la vida
En la capital con su mamá y hermana estuvo varias semanas; un día justo cuando se dirigía a comprar tortillas para comer, “Iba junto a mi hermana, me entró una llamada en la calle de Estados Unidos, contesté y era el visor, me dijo que si quería firmar para Tampa Bay, le dije que ‘¿Cuándo y Dónde?’, fue en Hidalgo, se hizo hasta una fiesta allá con toda la gente, fue un momento muy feliz”, expresó.
Gerardo jugó con Tampa Bay, pero después fue traspasado con los Padres, equipo en el que militó en las categoría menores y ligas filiales, en las que recibió un seguimiento, además en temporada de sequía del Rey de los Deportes en Estados Unidos, jugaba en la liga mexicana con los Yaquis.
Fue en el mes de noviembre del 2018, cuando recibió un llamado inesperado y que tomó de sorpresa al de Santa Engracia, “fue algo muy bonito, yo trabajaba y jugaba, quería llegar a donde fuera, pero con mucho esfuerzo”, puntualizó.
Estuvo con los Padres en entrenamientos de primavera y jugó varios duelos de pretemporada, pero fue mandado a la Liga Triple A, la filial en la que estaría a disposición para cuando se le necesitara; en esa liga tuvo buenas actuaciones, se mantenía fino y potente.
Llegó la hora…
Fue dos días antes de su debut, el 10 de abril del 2019. Los Padres habían tenido un partido complicado y en el que habían utilizado mucho a sus pitchers titulares, el entrenador Andy Green decidió llamarlo.
“Estaba en la Triple AA -filial de Padres-, estábamos por Seattle. En el entrenamiento y me dijeron que tal vez me podrían subir, hubo muchos factores, sobre todo el que se había utilizado mucho el bullpen del primer equipo en el juego anterior y necesitaba un respaldo, pero yo no le puse atención porque teníamos partido”, detalló.
Terminó ese partido, y no recibió noticias, “siempre avisan después de los juegos quien se va al primer equipo, no hubo nada. Nos fuimos al hotel, ya estaba descansando cuando recibí una llamada, era lada de Puerto Rico y el manager es de ahí, solo sonreí y escuché, ‘‘Señor Reyes, lo van a necesitar en Phoenix, Arizona, para mañana’, fue una alegría enorme, comencé a llamar a todos”.
Su mamá fue la primera en saber junto a su hermana. “Siempre hablo con ella por FaceTime, pero no tan tarde, iban a dar las 12 de la madrugada, “se estaba lavando los dientes ya para irse a dormir… yo no le dije nada, pero mi sonrisa lo dijo todo. Al verme me dijo, ‘¡No!, ¿te subieron a Grandes Ligas?’ y yo ‘Sì’, y empezó el gritadero por toda la casa”.
“Mi hermana apareció y fue con la que hablé bien todo, porque mi mamá estaba en shock. Les dije que había pasado y cómo, y que mi agente se iba a contactar con ellos para que viajaran al día siguiente para que fueran a verme. Mi papá fue todo lo contrario, le di la noticia y no dijo nada, ‘oye sí me escuchaste, estás allí?’, le dije -entre risas-, y él empezó a llorar”, señaló.
No estuvo solo…
Por las distancia y lo rápido que había sido todo, Gerardo tuvo un problema en el que pensó más que en su propio debut, su familia no iba a poder estar para la hora del partido, era lo más seguro, pero vivió algo especial, pues las amistades no lo dejaron solo.
Uno de sus mejores amigos de la infancia y juventud Mario Villavicencio, tenía pensado desde antes ir a ver a los Padres de San Diego en Arizona, “él jugó conmigo desde chico, habló conmigo, me dijo que si no podía decirle a alguien que le diera boletos, y yo pensaba decirle a uno de mis compañeros que estaban allá que le ayudaran, pero después de esa noticia, me acordé”.
“Cuando estaba en Arizona le marqué y le dije, ‘Oye, qué tal si yo soy el que te da los tickets’, el supo que iba a debutar, es uno de mis mejores amigos, así que fue muy especial ese momento, a otro amigo de El Paso también le dije y se lanzó, manejó como seis horas”, recordó.
El debut
Fue el ya mencionado 12 de abril cuando se dio el debut, “yo aún no lo asimilaba con lo de familia de que no habían podido llegar, cuando entré y vi el estadio dije, ‘esto es muy diferente al campo de Santa Engracia’, realmente todo fue en automático, no me dio nervio, no sentí nada, no escuchaba ni la grada, ahora sí que me subí a la loma y empecé con lo mío, lo hice bien”, detalló.
Al ponchar a su rival Adam Jones, salió con una sonrisa, esa que decía más que mil palabras, uno de sus sueños era hecho realidad, “salí y terminó mi labor, ganamos, ya cuando finalizó todo, empecé a temblar y fueron muchos sentimientos los que sentí, ahí sí creó que fue cuando asimilé todo”, confesó.
El encuentro con sus padres se dio al finalizar, hasta cierto punto sorprendido los encontró en el estacionamiento del Estadio de Arizona, “Los saludé y me felicitaron, les agradecí por todo. Cuando estaba con ellos, salió Adam Jones, el primero que ponché en Grandes Ligas, en ese partido, es un veteranazo, me vio y me dijo, ‘¿Hey novato, guardaste la bola?, yo te voy a dar a la siguiente’, imagina, estaban mis papás ahí. Me sentí orgulloso”, puntualizó.
Posterior a ese partido, Gerardo vio actividad en varios duelos más de temporada regular, en las que sí pudieron verlo sus papás y familia, el mexicano tuvo varios triunfos más, pero también derrotas, aunque de todo aprendió, “de todo aprendes, de los juegos que pierdes, que ganas, los entrenamientos con grandes jugadores, todas las experiencias son muy bonitas”.
Para la anécdota…
“El día que debuté, todo mundo estaba acomodado, siempre entre Machado y Erick Hosmer les daban más espacio a ellos para que no estuvieran apretados, eran los de jerarquía, a los que acomodan todo se les ocurrió ponerme en medio de ellos, porque no había más lockers, yo le dije, ponme en los baños si quieres pero ahí no, les voy a estorbar -entre risas-“.
“Lo que hacía era cambiarme rápido e irme a los sillones para no estorbarles, ellos se daban cuenta de eso, porque lo hice varias veces que jugué y una vez me dijeron, ‘oye porque te cambias bien rápido y te vas para allá, siéntate aquí’… ya después agarramos confianza y ya todo bien”, contó.
Nuevas metas
Ya consiguió debutar en Grandes Ligas, pero no se conformará. Tras su primer temporada, ahora trabajará en mejorar sus lanzamientos, “debuté, lo gocé, pero ahora hay nuevas metas, quiero ser cerrador del equipo, estar con el primer equipo constantemente”, expresó.
Asimismo, comentó que su más grande sueño ahora es estar en una Serie Mundial, “sueño con eso, somos un equipo muy joven, con muchos prospectos que tarde o temprano dará buenos resultados ojalá pronto se dé la posibilidad, pelear por eso porque es el sueño de todo beisbolista”, apuntó.
Agradecido con sus padres
Por último, Gerardo Reyes agradeció a sus padres, a los que agradeció por todo el apoyo que le han brindado durante su carrera profesional y escolar. ya que sin ellos, tal vez lo que se ha escrito en esta entrevista, no se hubiera hecho realidad.
“Gracias a ellos estoy donde estoy. Es la verdad, nunca dijeron que no a lo que yo quería hacer. Yo estaba en Santa Engracia y me apoyaron para irme a Victoria a vivir con mis hermanas, de Victoria a Estados Unidos también me apoyaron, en Universidad también me apoyaron aunque sí fue un poco caro, cuando fui a Galveston”.
“Cuando estuve lesionado me costearon la rehabilitación, costaba 1,500 pesos, no había mucho dinero, pero hicieron el sacrificio, gracias a ellos hice el sueño, en realidad, ahora yo les quiero regresar todo lo que me dieron, en eso estamos, poco a poco”, finalizó.
Gerardo agradeció a todos y no dudó en decir que esta temporada será aún mejor que la otra, pues hará un doble esfuerzo para cumplir sus nuevas metas, porque la clave para él y el máximo secreto siempre será, “el entrenar, trabajar, día a día no quedarse parado, buscar superarse, porqué si quedas en el mismo lugar, no mejoras nada y terminarás estancando”.
Actualmente, Gerardo se encuentra con los Padres de San Diego y estará en entrenamientos de primavera en busca de ganarse nuevamente un lugar en la Gran Carpa.