En pocas semanas este nuevo
bicho, ahora llamado covid-19,
nos está alterando la vida. Al
principio parecía simplemente otra
variedad de gripa; pronto revelo
su verdadera peligrosidad porque
en muchos casos empeoraba hasta
congestión pulmonar y muerte.
Muchas enfermedades provocan
la muerte. Para tener puntos de
comparación recordemos que
15 millones de personas mueren
de problemas cardiacos cada
año; 3 millones de enfermedades
pulmonares; 1.6 millones de diabetes
y 600 mil de cáncer; entre otros
padecimientos.
En el caso del Covid-19 al 29
de febrero se llegó a 86 mil casos
detectados, de los cuales 43 mil ya
se han recuperado, 8 mil están en
situación crítica y 3 mil han muerto.
Por comparación este bicho podría no
parecer tan maligno.
En China el número de nuevos
contagios y muertos ha disminuido
de manera significativa. Pero lo
han conseguido a un costo altísimo;
inmovilizando y confinando en
sus casas a cientos de millones.
Paralizando la economía. Medidas
extremas que solo puede imponer un
gobierno sumamente autoritario que
vigila en extremo a su población.
No obstante, fue inevitable que
el virus saliera de China y ahora se
ha esparcido a 56 países del mundo.
Fuera de China el crecimiento es
exponencial. Es un problema ya
grave que no sabemos hasta dónde
puede llegar. La pandemia, es
decir epidemias por todos lados, es
inevitable.
No es una enfermedad únicamente
pulmonar que se contagia por las
mini gotas de saliva que emitimos
constantemente. Es también una
enfermedad intestinal, sale en las
heces también.
Cierto que hay que usar
mascarillas y desinfectarse las manos
para no contagiar a otros. Pero
veámoslo con egoísmo, como no
sabemos quiénes están contagiados y
quienes no, lo que debe interesarnos
es que otros usen el tapabocas
y se desinfecten las manos. No
tenemos un gobierno chino y esto
lo tendremos que ir convirtiendo
en exigencia social. Por ejemplo; a
mí lo que me interesa es quienes
preparan la comida y la sirven,
tanto en restaurantes como puestos
de banqueta, usen tapabocas, se
desinfecten las manos y manejen bien
separados el dinero y la comida.
Así que no corra a comprar
demasiados tapabocas y gel
desinfectante; lo principal es que los
demás los compren y los usen.
Por ahora se calcula que la tasa
de mortalidad de este virus se
establecerá en alrededor del uno
por ciento de los enfermos. Solo que
la cifra varía de acuerdo a diversos
factores. En China hay más hombres
muertos que mujeres, pero tal vez sea
porque los hombres fuman más.
¿Qué tan grande es nuestro riesgo?
No se sabe con precisión. Las cifras de
China indican que fallecieron cerca
del 15 por ciento de los pacientes
confirmados de más de 80 años;
el 8 por ciento de los que están en
sus años 70; el 3.6 por ciento en los
años 60; el 1.3 por ciento en los años
50; 0.4 por ciento en los cuarenta
y 0.2 todos los de 10 a 39 años.
Afortunadamente no hay decesos de
niños de menos de 10 años.
El covid-19 ya llegó a México
y la gran pregunta es si estamos
preparados. Nuestras autoridades
sanitarias dicen que sí; pero otros
muchos lo dudan. Sobre todo,
considerando que tenemos un
sistema de salud en transición
que recientemente ha mostrado
deficiencias. No es lo mismo detectar
que tratar. El riesgo es una posible
avalancha de enfermos sobre un
sistema hospitalario insuficiente.
Así que todos tendremos que hacer
un gran esfuerzo por retrasar su
expansión lo más posible. Se calcula
que habrá vacunas, pero tardarán
unos diez meses en llegar.
El mayor peligro es una respuesta
social desordenada. Las noticias de
Milán, Corea del Sur y otros sitios
apuntan a que aquí también podrían
existir compras preventivas que
provoquen desabastos. No los hay
en China por sus estrictas medidas
de control de la demanda.
Si en México nuestra clase
media busca aprovisionarse
con anticipación de medicinas,
alimentos, gel, tapabocas, que ya
lo empieza a hacer, podría vaciar
los estantes de los supermercados
y crear un enorme problema
social. La mayor parte de nuestra
población vive al día y no encontrar
o encontrar encarecidos productos
de consumo básico puede tener
consecuencias insospechadas.
La situación exige una decidida
intervención gubernamental
que vaya mucho más allá de los
preparativos hospitalarios. No la
estamos viendo y da la impresión
de que no han sopesado la
magnitud del problema que se
nos viene encima. Hay que usar la
imaginación, esperar lo mejor, y
prepararse de inmediato para lo
peor.
Es el gobierno el que debe hacer
sus compras de pánico. La demanda
internacional está compitiendo
por mercancías incluso dentro de
México; corremos el riesgo de que
nuestros empresarios exporten lo
que pronto vamos a necesitar.
El gobierno debe adquirir
y repartir mascarillas y gel
desinfectante a los preparadores de
alimentos informales, los puestos de
banqueta en que se alimenta gran
parte de la población. Y distribuirles
letreros que digan “yo me desinfecto
las manos y me tapo la boca” para
crear presión social en ese sentido.
Deberán entrar en acción centros
de distribución de alimentos para
uno o varios días a la población que
lo requiera. Segalmex y los gobiernos
locales deben ponerse las pilas.
Hay que modificar de urgencia
las prioridades del gasto y reasignar
presupuestos. Recuerdo que en el
2007 se decía que el aeropuerto
estaba saturado y era urgente
ampliarlo. Vino la crisis del 2008
2009, bajó la demanda de viajes en
avión y ya no era necesario. Tal vez,
solo tal vez, construir el aeropuerto
de Santa Lucia ya no sea algo
urgente. Lo digo porque hay que
sacar dinero de donde se pueda para
instrumentar una política social de
urgencia que no se base en repartir
dinero sino en repartir productos.
Algo que será complicado pero
necesario.
La producción y el comercio se
encuentran dislocados; puede haber
mayor desempleo. Ya hay pánico
financiero porque los deudores,
de empresas a consumidores, no
puedan pagar sus deudas.
Urgen mecanismos de
reactivación de la economía. Ya no
solo es la oportunidad, sino que por
una estrategia de seguridad nacional
hay que avanzar a paso veloz hacia
la autosuficiencia alimentaria e
incluso en muchos otros sectores
productivos. Somos una economía
demasiado globalizada y de
ensamble de manufacturas; es
momento de cambiar de rumbo.