CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- “Aquí todos tenemos la sensación de que en el resto del mundo se va a poner fea la situación, como estamos ahora nosotros, pero que la gente no se cree lo que estamos pasando”, narra desde Italia, una tampiqueña que habita ese país hace casi una década y que ha visto como su cotidianidad se transformó por completo a causa del coronavirus.
María Muñiz, vive en la Isla de Cerdeña, lo que por un tiempo la mantuvo a ella y su familia ajenos a lo que ocurría en el norte del país, en la región de Lombardía.
Hoy, cumplen con una estricta cuarentena que implica no salir de casa salvo con permisos específicos para realizar compras o cumplir con ciertas actividades. Policías y militares vigilan que no se violen estas reglas ordenadas por el gobierno.
Claro que no siempre fue así: “Incluso en el aeropuerto, donde trabajo, no hubo inmediatamente medidas de seguridad, todo mundo decía que era una gripa, se escuchaba que estaba en China, las medidas que tomaron ahí, cómo estaban construyendo hospitales, pero en general en Italia los noticieros muchos lo descalificaron”, cuenta desde Cagliari.
El impacto fue repentino. De una semana a otra, los números de contagios y muertes se empezaron disparar.
El problema se agravó cuando miles de italianos del norte buscaron escapar de la “zona roja” que decretó el gobierno donde se concentraban la mayoría de los casos.
Buscaron refugio en el sur y en las islas como Cerdeña, donde actualmente hay 15 mil personas que declararon haber llegado a habitar casas de descanso a raíz de los primeros decretos de emergencia.
Lo que hicieron fue “esparcir” el virus por todo el país.
“Hasta hoy que me encuentro en la casa, que no puedo salir prácticamente, no se puede pasear al perro, no puedes salir con tus hijas al parque, tienes que moverte con un certificado donde dice a dónde vas, el motivo, el trayecto… todos los negocios que no son de primera necesidad están cerrados, y los supermercados los van a cerrar sábados y domingos, es la única manera en la que el gobierno y los especialistas ha determinado que se puede frenar el contagio”, narra.
No es para menos si se echa un vistazo a las cifras de país: 15,113 casos confirmados con 1,016 muertos. El contador, desafortunadamente sigue subiendo.
“El problema es que la gente esta muriendo porque no tienen atención, porque no hay lugares disponibles en la terapia intensiva”.
Su esposo, italiano, da una explicación: “Italia es un país donde nunca se mueve el gobierno para nada y aquí de un día para otro las cosas se pusieron muy serias, todo mundo sabe que el gobierno no es capaz de contrarrestar esto, la mitad del país -el sur- se puede definir como un país del tercer mundo. No tenemos las estructuras y tampoco tenemos los doctores, en el norte que es la parte fuerte, industrializada, están reclutando estudiantes y los están recibiendo con anticipación para que puedan enrolarse en los hospitales”.
La parte positiva, reflexiona María de 34 años, empleada de una compañía de renta de automóviles, es que tras el pánico de los primeros días, la población adquirió un sentido de responsabilidad.
“El pánico se convirtió en información, yo ayer salí a comprar a una tienda, la gente está ya haciendo la fila con un metro de distancia, sí se pusieron las pilas en respetar lo más posible las medidas de seguridad que puso el gobierno y a los que no lo hacen, los demás los denuncian”.
“La gente que ve a otros que están afuera tranquilamente paseando, no respetando las medidas, los denuncian, y la policía está parando gente, sí hay policía en la calle, y los militares y esa cosa no es normal ver por acá, y te pone un estado de alerta”, agrega.
El país, en suma, está paralizado y hay momentos difíciles:
“Hace rato por ejemplo se fue el internet en casi todo Cagliari y todo mundo entró en pánico, estamos en cuarentena y la única cosa que nos mantiene comunicados es el Internet, estuvimos como 50 minutos sin internet que parecieron una eternidad”.
El aeropuerto donde ella trabaja no está cerrado, pero está desierto. Ryan Air la aerolínea de bajo costo más importante de Europa, y la que más turistas lleva a la Isla, canceló todos sus vuelos. El impacto económico será quizás la segunda tragedia, cuando pueda darse por ganada la batalla contra el virus.
Por lo pronto, su vida cotidiana ha sido trastocada. Detalles que ayudan a dimensionar el calibre de la emergencia: “Ayer falleció un señor aquí muy querido por la comunidad, muy conocido por la familia, y no se pudo hacer un funeral porque están prohibidos”.