Y el centro se llenó de silencio. Ni siquiera las ruidosas bocinas a todo volumen se escuchan, vamos ni el clásico campaneo de los vendedores de helados y paletas se oye. En las aceras la gente camina de prisa y escaneando el panorama para detectar a cualquier persona que se vea sospechosa. Y sospechosa significa que porte un
cubrebocas celeste o que esté tosiendo. Aunque a ratos pareciera que la vida sigue igual no es así.
Muchos negocios decidieron bajar sus cortinas y otros mas exhiben letreros con la ya conocida leyenda: “Por disposición oficial…” incluso a mitad de semana hay suficiente espacio donde estacionarse en la caótica y frecuentada calle Hidalgo. Los cajeros automáticos lucen vacíos (incluso limpios) y los puestos de gorditas y flautas que suelen estar a reventar mantienen sus banquillos desocupados.
En la esquina del viejo Hotel Sierra Gorda el semáforo cambia de verde a rojo y viceversa a veces sin registrar un solo auto esperando el cambio de luz.
El corazón de la ciudad esta en estado catatónico.
“Quédate en tu casa” reza el eslogan que las autoridades tratan de popularizar entre la ciudadanía con el objetivo de que nadie se exponga a contagiarse del ya hiper famoso coronavirus. Y parece que la respuesta ha sido exitosa pues por momentoss se pueden contar los transeúntes con los dedos de una sola mano.
¡Bravo! Por fin se logró que el victorense cuide su salud. Pero, ¿cual es el precio a pagar?
La poca afluencia de personas en las calles vino a darle el tiro de gracia a todos aquellos comerciantes tanto formales como informales (ojo, no confundirlos con “ambulantes”) que viven de lo que venden el mismo dia.
Pues si, tal vez esta cuarentena servirá para mantener libres de contagio a muchos individuos, pero también ha pasado a perjudicar a muchos otros que tienen que ganarse el pan de cada dia… cada dia.
“Esto esta de la chingada” concluyen tanto “el Flaco” como “el Benny” que se dedican a la venta de fantasía electrónica, pues sus ventas han bajado un doloroso 80% en los últimos días.
Pero este no es un mal ‘exclusivo’ de los comerciantes informales. Empresas locales y franquicias resienten duramente esta situación. “Estamos lidiando con una actividad mínima” afirma Don Paco Lupercio, administrador del Hotel “Los Monteros” pues la ocupación de habitaciones (de por si muy castigada a inicios de año) ha
mermado al punto de recibir solo un 30% de lo normal para estos meses.
El Caminante pudo observar de primera mano que en los alrededores del Mercado Argüelles la cosa es contrastante: mientras que algunos puestos han abierto sus puertas solo para estarse “mosqueando” en otros la actividad se ha acelerado. Muchos marchantes han decidido llevarse todo el cloro que pueden, así como todo el papel de rollo que encuentran, y de la misma forma algunas fruterías hacen su agosto con amas de casa que ni de chiste piensan dar mas de dos vueltas al centro en esta semana para surtirse de legumbres. Pero fuera de ahí, todo lo demás esta solo.
“No sabemos cuanto tiempo vamos a aguantar esta situación, porque la luz y el agua, aunque no haya gota ni en la llave como quiera nos la van a cobrar, y sin ventas… pues imagínese ¿a donde vamos a ir a dar?” lamenta ‘el Flaco’ mientras revisa un control de Xbox que esta reparando.
Nadie sabe a ciencia cierta cuanto durará este encierro forzoso o cuando se normalizará la
dinámica urbana. Lo que si es seguro es que a vuelta de año veremos menos negocios abiertos y mucho menos dinero circulando en la capital del estado. Urge que las autoridades busquen la manera de aliviar esta carga a los pequeños y medianos comerciantes que ya sienten cerca “la voladora”. Demasiada pata de perro por esta semana.




