El hecho: prácticamente de manera simultánea tres diarios
extranjeros, The New York Times, El País y el Wall Street
Journal publicaron una nota sobre el número de contagiados y fallecidos en México, y citan fuentes que aseguran que
el efecto de la pandemia es mayor del que arrojan las cifras oficiales. De inmediato, los círculos adversos al presidente Andrés
Manuel López Obrador convirtieron las notas, en particular la
del New York Times, en argumento definitivo para acusar al
gobierno de una estrategia deliberada para esconder la realidad y engañar a los mexicanos sobre los alcances de la pandemia. Unas horas más tarde, el propio López-Gatell difundió
un video en el cual, en tono calmo y pedagógico, ofreció su
explicación: en México, como en todos los países, ha resultado
muy complejo dimensionar la población afectada y fallecida
por Covid19, debido a que los síntomas son muy similares a
otros tipos de neumonía. Reiteró que, frente a la incapacidad
de hacer pruebas con la debida celeridad, en muchos casos los
fallecidos por diversas modalidades de neumonía sólo pueden
ser atribuidos al coronavirus tras un procedimiento llamado
diagnóstico por dictaminación. Además, tarda varios días en
efectuarse, particularmente en el contexto de la crisis y más
días aún en entrar al conteo nacional que a su vez se alimenta
de lo que reportan los sistemas de 32 entidades federativas.
De tal manera que los casos “oficiales” de coronavirus son
una fracción de los probables casos reales; pero eso nunca se
ha ocultado, insistió. Sin embargo, López-Gatell no resistió la
tentación de expresar su extrañeza de que varios periódicos
extranjeros hubiesen coincidido en el tema y la inmediata y
enorme difusión que dieron a sus notas políticos vinculados a
administraciones anteriores, a intereses económicos de la industria farmacéutica y a personajes con aspiraciones políticas.
Las consecuencias. El impacto en las redes sociales fue tan
explosivo como polarizado: unos pidiendo la cabeza de Hugo
López-Gatell, vocero del gobierno en esta materia, y otros
acusando a la prensa internacional de haberse prestado a una
campaña de desprestigio azuzada por la derecha en contra de
la 4T.
Las preguntas. ¿Hubo una campaña orquestada? No. Los
corresponsales de estos destacados periódicos no hacen notas
por encargo, lo cual no quiere decir que su trabajo siempre sea
impecable. Que hayan abordado el tema, cada cual a su manera,
me parece una reacción natural frente a la reiterada insistencia del presidente López Obrador de presentar a México como
un caso excepcional. Según él, a diferencia de otras naciones
estamos derrotando a la pandemia gracias a la singularidad de
nuestro pueblo. En ese sentido, en su deseo de que el país se
recomponga lo más rápidamente posible, AMLO ha metido a
López-Gatell en un problema: mientras que este último nunca
ha ocultado que la cifra de muertos oficiales es la cabeza del
iceberg, el presidente la ha tomado como un dato absoluto
para compararnos favorablemente con los demás. Si la prensa
mexicana no estuviera tan ocupada en acribillar al mandatario
o en defenderlo, tendría que haber hecho lo mismo: un poco de
investigación para contrastar con la realidad la situación en la
que nos encontramos.
Tampoco creo qué exista una campaña orquestada por sus
detractores sobre este punto. No ocupan, como dicen en mi tierra. Claudio X, Loret de Mola, Javier Lozano, Héctor de Mauleón,
Raymundo RivaPalacio, Denise Dresser, Pascal Beltrán del Río,
Felipe Calderón o León Krauze no iban a desperdiciar una nota
negativa del NYT sobre el presidente y para eso no necesitan ponerse de acuerdo. Al margen de esto, boots orquestados de parte
de los dos bandos operan permanentemente; unos para atacar
al presidente y los suyos, otros para defenderlo y contraatacar a
los críticos. En algo tiene razón López-Gatell: en contra de él hay
una campaña sistemática dirigida a desgastarlo y deslegitimarlo
con el afán de abollar al gobierno. No me
parece que sea el caso de estas notas aparecidas en diarios internacionales, aunque
sí el uso que puedan darles distorsionando
y caricaturizando sus contenidos.
¿Son ciertas las acusaciones de la
prensa extranjera? Aquí tendríamos que
distinguir entre las publicaciones. La de El
País es notable; a diferencia de las otras
dos, los corresponsales Jorge Galindo y
Javier Lafuente se tomaron la molestia de
contextualizar (todos los países han tenido
dificultades para contabilizar los casos),
recoger ampliamente las explicaciones de
las autoridades y proponer una estimación
de los casos probables (alrededor de 700
mil infectados), sin hacer juicios políticos
en contra del gobierno (por el contrario,
reconocen que el propio López-Gatell, lejos de intentar ocultarlo había señalado la
magnitud del problema (¿Cuántas personas contagiadas? “Tenemos muchísimas,
muchísimas. Centenares de miles. Ojalá
fueran millones, porque eso es lo que va a
detener la epidemia”).
El New York Times, en cambio, da la
sensación de que seleccionó los datos que
confirmaban su hipótesis, en una nota en
la que abundan juicios de valor y ningún
intento de recoger la versión opuesta o
complementaria, salvo decir que ni Claudia Sheinbaum ni López-Gatell respondieron a sus peticiones, como si no hubiese
una conferencia de prensa diaria y harto
material sobre la versión oficial disponible
(como lo muestra la nota de El País). “Los
médicos… dicen que se está ocultando al
país la realidad de la epidemia”, afirma el
texto, pero solo pueden citar diciéndolo
a José Narro el ex secretario de Salud de
Peña Nieto, fuente políticamente interesada. Los médicos restantes, cuyos nombres
no son revelados, simplemente describen
lo difícil de la situación en algunos de
los hospitales. En otra parte hacen una
interpretación que cabría en un editorial
pero no en un reportaje: “Los desacuerdos han tenido lugar en gran parte tras
bambalinas, ya que Sheinbaum… es reacia
a avergonzar públicamente al presidente
Andrés Manuel López Obrador”. En fin,
los tres especialistas consultados son solo
aquellos que ya habían cuestionado públicamente el modelo de López-Gatell. Una
nota que no ganará un Pulitzer aunque
sea del New York Times y que en manos
de los intelectuales y comunicadores de
oposición, que la asumieron sin ninguna
revisión crítica, terminó convirtiéndose en
material propagandístico.
CONCLUSIÓN.
A ratos da la impresión de que entre los
detractores hay una suerte de frustración
porque México no está padeciendo las tragedias por las que ha pasado Nueva York,
Italia o España. Incluso con los 700 muertos adicionales que el NYT imputa a la Ciudad de México, las cifras son moderadas,
hasta ahora. La falta del desastre anunciado es compensado con una satanización
del que da la cara (López-Gatell), con la
difusión de las opiniones de los ex funcionarios que dejaron el sistema de salud
en los huesos y buscan cargarle la culpa
a quien así lo recibió, y con la búsqueda y
exacerbación de casos de hospitales desbordados, aunque otros tengan suficientes
camas disponibles, pero de los cuales no
se habla (este viernes se habían ocupado
el 64% de las camas con ventiladores en
Cdmx y apenas 48% en Edomex). Solo
espero que el infatigable López-Gatell y
todo el equipo que está detrás de él no se
doble ante una batalla en la que el virus no
ha sido su peor enemigo.