Por muy “nueva” que sea la otra normalidad que se nos ofrece, no debemos emocionarnos tanto ni relajar las medidas sanitarias, que a fuerza de tanto hablar del Covid-19 se nos han infundido. México tiene la suerte de ir detrás de los tiempos de otros países, como Italia o España, viendo aquellas experiencias es que se ha sorteado de mejor manera la emergencia en nuestro país.
Para el desconfinamiento también debemos ver las acciones del viejo mundo y no apresurar las medidas, aunque así lo exija la economía. Allá, algunas regiones ya han metido reversa a la instrucción de salir de casa. Las primeras escenas de la liberación muestran gente socializando en bares, cafés y playas o abarrotando parques y tiendas de ropa, no sobresalen las imágenes de las personas trabajando, ejerciendo la profesión o el oficio. Entonces ¿Para qué es que queremos salir? ¿En verdad, nuestro empleo nos requiere en la calle?
Ningún gobierno ha logrado confinar al cien por ciento de su población, la gente que necesita salir para comer debe hacerlo, los médicos en la línea de batalla deben transitar libremente, el sector productivo tampoco se puede parar; pero seamos sinceros, el sistema burocrático sí puede subsistir sin las tres cuartas partes de su abultada nómina.
Hay luz al final del túnel y algún día volveremos al espacio público, mientras tanto el desconfinamiento tiene que ser con alta responsabilidad social, haciendo una evaluación de nuestras propias necesidades y el interés comunal. Los millenials, por ejemplo conocen bien el trabajo a distancia, los free lance también, quienes presumen de llevarse bien con la tecnología, bien podrían contenerse en casa, para dar margen a que salgan quienes si tiene una terea esencial.
El mensaje gubernamental sobre que saldremos a una “nueva normalidad”, con municipios de la esperanza o un semáforo que reactivaría las actividades sociales, económicas y educativas por segmento, es confuso, puede llevarnos a revertir lo que hemos avanzado en cuanto a la contención de los contagios.
Será mejor, guiarnos por nuestra propia conciencia, valorar la vida y reconocernos en una nueva forma de trabajar, socializar y estar con uno mismo. Todo este tiempo debió servirnos para mejorarnos como seres más humanos, sin el egoísmo e individualismo del que éramos presa, el mundo se nos cerró para ponernos a prueba y ahora nos necesita corresponsables de nuestra propia especie.
Allá los gobernantes y sus politiquerías, a la sociedad la reinventaremos con una nueva construcción de ciudadanía.