Quiérase o no los memes llegaron a los medios masivos y más concretamente a
las redes sociales- de dónde son originarios- para quedarse.
Descendientes directos de la caricatura, aunque no la desplaza dada la destreza del dibujante que maneja el trazo, sí la compara o la iguala en ingenio para decir algo que existe, ya sea negando, ridiculizando o magnificando su importancia.
Los “memes” que son un collage de imágenes, con frases o sin ellas, llaman a la irónica sonrisa de quien se identifica y al denuesto de quienes se sienten ofendidos y niegan su relación con la ocurrencia.
El momento plástico del artista, llamémosle así pues sugiere un espacio creativo en la mente de alguien, surge en una persona en cualquier
parte del mundo donde se encuentre, al frente de una herramienta digital que suele ser un computador o un celular inteligente.
La imagen tal como la fotografía oportuna, que es otro de los antecedentes de este género digital, ofrece la espontaneidad y la elocuencia contigua a los sucesos y es de fácil lectura. Un vistazo baste para generar una opinión o crear una idea en quien la observa.
Y es que la imagen donde quiera que se vea, en la calle, en un papel doblado, en un periódico, una fotografía o pintada en un mural, dice más que mil palabras, y la memoria no tiene ningún problema en guardarla.
Los “memes” son tal vez los que más se acercan a los personajes que, somos cuando no estamos frente a un espejo o a una fotografía donde presumidos, salimos con el saco que nos queda, con la ropa que deploramos pero que usamos sin darnos cuenta porque a otros les encanta, con los zapatos nuevos expuestos a la envidia, con la corbata eterna, con el traje de militar que no nos queda, con el ojo más chueco del que tenemos, con la panza rozando el suelo.
Entonces el “meme” agrega un globo con una palabra incoherente que digitaliza una onomatopeya con los dientes más grandes y chuecos.