CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.-Susana Distancia. La señorita que vino a poner orden entre la población a fin de evitar mas contagios de Covid-19.
Al aplicarse estas recomendaciones para mitigar la propagación del virus, muchos negocios bajaron sus cortinas (algunos permanentemente) y los hábitos urbanos cambiaron drásticamente.
Fue entonces que los victorenses empezaron a experimentar el encierro de manera casi forzosa.
“Quédate en casa” “No salgas” pasaron de ser eslóganes a advertencias en un asunto de vida o muerte. Llegaron las compras de pánico, el desabasto de cheve, un ‘hoy no circula’ fallido y micros que no trabajan los domingos.
Otra complicacion que surgió, fue elegir un lugar donde comprar un buen almuerzo o comida pues muchos restaurantes y negocios similares dejaron de laborar. Además de que por seguridad era mejor no salir.
Fue entonces cuando los repartidores empezaron a tener una buena racha.
A principio todo mundo volteó a ver a los “Uber Eats” pero lo que muchos no sabían es que desde hace 5 años en la capital hay empresas locales tipo cooperativa que se dedican a esta chamba…¡Mucho antes de las Apps!
Todo empezó con un chavo que compró una moto para trabajar en un negocio como repartidor, pero el patrón sorpresivamente se echó para atrás y dejó encampanado a este joven con la deuda de su ‘Italika’. Fue entonces que se le ocurrió ponerse a hacer repartos a domicilio. Con el tiempo se le unió otro amigo, y otro y otro mas, hasta formar un grupo de 25 motociclistas entregando pedidos por todo Victoria.
El Caminante quiso echarse la platicada con uno de estos trabajadores urbanos y se comunicó al número de “Mandaditos Fer” e hizo un pedido de dos tostadas de deshebrada seca y dos tacos de deshebrada guisada con frijolitos a una famosísima taquería ubicada en la colonia Mainero (ademas de una coca de seiscientos ‘pa’l baje).
Luego de comunicarse escribió un whatsapp describiendo el pedido, así como la dirección a donde se llevaría. unos 35 minutos después el sabroso lonche estaba siendo entregado a las puertas de su cantón.
Robert tiene un par de años trabajando en esto.
Diariamente se reporta desde las 9 de la mañana a una ‘central’: una compañera que atiende el teléfono y whatsapp que concentra los pedidos y los asigna. Entre todos le pagan el sueldo a la ‘teléfonista’ que les organiza el jale.
Cuando hay un nuevo pedido, sale un
motociclista a entregarlo.
Los pedidos de comida mas recurrentes son de taquerías como Paco’s, Little Caesar’s, Flautas del Arce o ‘boneless’.
Un buen dia para Beto podría ser cuando hay 12 o 14 pedidos. En uno ‘flojón’ hay solo cuatro o cinco. Generalmente trabaja hasta las diez de la noche.
Lo bueno de esta chamba es que prácticamente cada quien es su propio patrón así que el cobro de 40 pesos por entrega les queda integro.
Algunos restaurantes toman la iniciativa de llamarles para pedirles que repartan sus pedidos, eso forma buena parte de la chamba diaria: es decir un negocio que no cuenta con repartidores, toma el pedido y ‘contrata’ a estos amigos para que hagan llegar el paquete a su cliente.
Muchas veces corren el riesgo de no hallar el domicilio del solicitante y en otras ocasiones son bromistas entreteniéndose.
Una característica de este grupo es que
continuamente se apoyan entre ellos.
Robert sufrió una falla fatal en su moto y un compa le prestó una para seguir chambeando. Cuando ya tenía dinero suficiente para repararla, su pequeña hija sufrió un leve accidente y la lana se usó para pagar sus medicinas. Su camarada le sigue prestando la moto para continuar trabajando.
También cuando a alguien se le descompone su ‘caballo de acero’ no faltan quienes le echan la mano con alguna refacción o consejo para echar a andar la moto lo mas pronto posible.
Este es un claro ejemplo que el ingenio del mexicano no es solo para alburear o trinquetear, también sirve para crear fuentes de trabajo especialmente en tiempos de crisis y virus cabrones que no nos dejan vivir en paz. Demasiada pata de perro (la de Robert) por este dia.