No debería haber enemigos. Aunque por otro lado sea como decir no debería de haber amigos, pero al no haber de otra, los hay. Hay enemigos pequeños y grandes, enemigos efímeros y enemigos que siempre lo han sido, hay enemigos que son únicos cuando no tienes más que uno.
Un verdadero enemigo no depende del tiempo, suele ser hasta espontáneo. El enemigo verdadero aparece de pronto seco y llano, vacío de palabras. El enemigo verdadero es el más reciente porque los enemigos más viejos ya casi son amigos de nuevo.
El enemigo de veras es el más reciente y a él no le interesa tu suerte, tu existencia ni tu currículum, ni las calificaciones que obtuviste sin ningún aprovechamiento, ni tus dientes pelones. El enemigo de frente no ofrece concesiones, buscará la forma de chingarte.
Por eso los enemigos se huelen, porque su olor es distinto al sudor simple. Hasta en la forma como viene caminando un sujeto se notan las insanas intenciones, quieres correr cuando lo ves, hasta que corres, sin ver.
A dos enemigos si les das tiempo se perdonan antes de pelearse, por eso los hacen firmar un contrato. El día de la pelea antes de subirse al ring ambos desean perder, les da lo mismo. Por eso al verdadero enemigo, al que te va a dejar en el suelo lo conoces el día del combate.
El día del combate puede ser el día en que fastidiaste a tu mejor cuate y este luego de aguantar por largos años se levantó y te pegó con una mano contenida desde hace años. Ese día conoces al enemigo que fuiste.
Sin embargo, el enemigo sin muchos contratiempos suele ser al mismo tiempo el mejor amigo, va y viene a donde quiera y es buena persona con las personas, le dicen el enemigo porque se puso en contra.
Cuídate de conocer a tu enemigo que puedes ser tú mismo atrás de un poste, acechándote. Tu enemigo saldrá de entre los filisteos, gigante como Goliat, y tú, pequeño David de onda corta, te asomas de una vez a donde está toda la gente esperando que salgas.
Llega el día esperado. Desde ambas esquinas se aborda la beligerancia de dos que se aborrecen a muerte. Ninguno parpadea, entrenaron para no mostrar debilidades, para no parpadear siquiera. Uno de ellos parpadea y el otro asume la delantera, el parpadeo puede ser un engaño, no lo crean mucho. Son enemigos por supuesto, de esos que se arrepienten de haberse conocido y quisieran deshacerse, aprietan los dientes.
En el engaño está el truco, el que no parpadea cae al suelo víctima del otro que volvió a parpadear invicto.
Los enemigos son dos que no se pueden ver pero se han visto. Ahora como la noche y el día uno quiere quedarse en el lugar del otro y trata de empujarlo, de hacerlo a un lado con las manos. Se da en el recreo de las escuelas, pasa un niño y empuja a otro sin motivo. Ya grandes comprenden luego de tantas aventuras que todos quieren el mismo espacio, que se avanza mejor despacio sin grandes aspavientos, sin grandes enemigos por el momento.
Hay enemigos que no debieran ser pero ahí están, nada los mueve. Hay enemigos seriales que a todos les cae gordo y nadie sabe porqué, hay enemigos gratis que jamás hubieras comprado, hay enemigos grandes, enemigos a modo, enemigos que son más amigos que los amigos de uno.
Un enemigo se hace, se va afinando con el tiempo. Primero es la pelea y luego de lejos el enemigo, que a la vez me mire con el rabillo del ojo de cualquier espejo.
HASTA PRONTO