“Luego de calle tumulto, motín extraño, tránsito de personas azoradas, movimiento de árboles en su mismo sitio, la calle corre hacia abajo en sentido contrario, inalcanzable para los murciélagos”
Porque en la calle se perdía 2 a 1 un partido de fútbol contra la otra cuadra donde ahora son talleres, había quien marcaba su territorio antes que las calles fueran de todos. Cuando los pelotazos que quebraban los vidrios de las ventanas eran de hule y el que quebraba los vidrios era un incipiente jugador del Correcaminos. Todos corríamos.
Calle, por qué te hicieron calle? Pudiste haber sido camino, pequeño río, paso de víboras, húmedos techos, carretera. Calle desde la otra acera cruzada corriendo descalzo o con zapatos nuevos. Brincando un charco sí y en otro cayendo.
Calle por donde caminan y descansan los que descansan. Calle es por donde vives a dos cuadras, a la otra esquina, enfrente de la otra calle, si la dices y alguien la anota y se sabe donde vives cuando alguien pronuncia ese nombre y te escondes de ti mismo y de esa calle. Y no hay nadie señor, son las doce de la noche.
Luego de calle tumulto, motín extraño, tránsito de personas azoradas, movimiento de árboles en su mismo sitio, la calle corre hacia abajo en sentido contrario, inalcanzable para los murciélagos.
Alguien recuerda un beso en esa calle y no recuerda el nombre de todos. Había una montaña y un sol a acuestas, dos pájaros habían estado ahí mismo, a esa hora y sin sueño.
Calle de asfalto, de arcilla, de arena, de nada, hecha a fuerza de tierra prometida, imaginaria todavía, no es está por dónde vamos, es la que todavía vamos pensando.
Desde un autobús veo la calle húmeda y voy llegando a la ciudad. Son casas y calles siempre, no cambian, un día deberían cambiar un edificio por un largo silencio en medio del bosque, por ejemplo, pero es mucha violencia.
Atrás de la calle unos dedos la dibujan a lápiz sobre el terreno. Se ha estimado el aire de los animales, las piedras responden a los puñetazos y a las borracheras del barrio, escribo después de una piedra y una puerta.
Las calles son del sol una vez afuera de las bardas, los relojes retrasados aceleran la marcha de las señoras después de las 12 por las banquetas. Si volteas no hay nadie más. No tardan en pasar todos los que suelen pasar a esta hora. Muy puntuales. Como si un invisible profe de primero les fuese a pasar lista. Y no pasa.
Corre un vientecillo, dice un señor con un machete al hombro, así lo ha traído, nada se sabe para dónde lo lleva. Ojalá nunca nadie lo sepa. Por la calle el ruido es una ciudad próxima a la lluvia, existe lo que se escucha, lo que no se escucha es una ciudad aparte, bajo la nube.
En la calle todo se perpetua, es la vida completa, son saltos los tropiezos, las caídas y las ganas de quedarse dormido sobre un cartón de impermeabilizante.
Abajo de la calle se desvanecen el humo de los carros y el ruido de las máscaras. Alguien, nuncase sabe quién, recoge lo que queda cuando todos pasan sobre los chicles tirados, los retazos de algo, de algo tonto, todos saben cuando jugamos y cuando hemos dejado de hacerlo. Saben que perdimos este partido callejero 5 a 1. Pero no nos dejaron en cero.
HASTA PRONTO.