“Por los corredores ya nadie corre desde que se inventaron los patines del diablo. Paso por un lado de los largos cabellos”
Estoy aquí sin trampas, sin permiso y sin pedirlo. Asumo ese triunfo primero y también las derrotas posteriores que han venido con el tiempo natural de la existencia.
Crecí como el hilo de un rayo, como una luz de pronto donde había focos. He sido hilo de estambre suelto de un abrigo en temporada de frío. Enebro, tejo un libro de pastas gruesas con el olvido requerido para esos casos. En medio de la calle elevo un papalote ido hace tiempo, pero elevo el recuerdo de haberlo tenido en mis sueños de niño.
Trato de ser y simplemente ser. Con eso tengo suficiente y me sobra un poco para reír y cantar por las tardes de pájaro. Soy el pájaro que había faltado a su árbol. Aquí estoy en una rama. En la sombra temblorosa de una hoja verde. No vendo el canto y tampoco al pájaro.
Trato de ver el raudo paso de la gente. Siempre va y viene. Sus brazos a veces son trastes que contienen hambre; otras veces son agua de pozo, agua que un día creyó que pasaba y le hablaba para beberla juntos a la entrada de las casas.
Escucho el memorial de sinfonías de Chaikovzky y las aves inconformes con el cisne, sentado en una piedra que olvidó su río en el patio. En la orilla de un fuego de hace muchos años, pensado muy a penas en este texto me escribo a mi mismo.
Soy cuerpo de ciudad victoria, pedazo de tierra pegada al cuello, sudor salado, caldo del mercado, menudo, grito para que salga la ausencia, me junto conmigo, soy mi suerte cuando cierro los ojos y paso el semáforo en bicicleta. Al otro lado soy la fórmula increíble e inexplicable de una letra con otra que se juntan en la calle. Sordas y contentas.
Soy la moto que fue, que pasó hace rato. El motor incesante en la puerta de la casa, rebotando como una pelota grandota. El bote que rueda por fuera del zaguán que se asoma a la calle. El perro que aproveche para también asomar sus narices. Soy el gato pardo o lo cambio por uno negro. Soy el que mira la mujer altiva de bolsa cara y de hermosa mirada, soy su mirada, soy la bolsa y lo que lleva, soy el carnal borracho, el esposo, y el único hijo obediente de esa señora.
Si hablan soy quien escucha. Al otro lado estoy en este para hablarme y saludar como siempre, muy sonriente. Salgo de los espejos, soy los dientes, el diente chueco, el labio roto, la boca fin frenos, el año biciesto. Soy el único que llegó a esta fiesta porque cambiaron la fecha. Pero yo soy la fecha, el día exacto, soy el único con reloj de los antiguos. Soy el que cumple años y olvida anotarlos.
Por los corredores ya nadie corre desde que se inventaron los patines del diablo. Paso por un lado de los largos cabellos. Entre un montón de montones esquivados soy yo, apenas puedo reconocer mi mirada, el mediodía lleva espejos confundidos entre los rayos del agua.
Busco a alguien que pregunte por mi cuando amanezca y esté nublado y pueda hablar con ella por si llueve. Puede que alguien bajo la lluvia exista de una vez y para siempre. Eso nunca se sabe.
HASTA PRONTO