Para un político, el peldaño siguiente es lo importante.
¿Y el pueblo, el elector, es lo que menos importa? ¿Por eso estamos como estamos?
Por eso tenemos los gobiernos que merecemos.
Y por eso, no atienden ni cumplen con responsabilidad el cargo que ocupan porque piensan en lo que sigue. Y hasta hacen política -cuando se acuerdan-, y en eso invierten su tiempo, gastan dinero a raudales en negocios privados e incumplen sus promesas de campaña.
Y si son alcaldes, no solo le “rascan” sin piedad a la ubre presupuestal, le sacan jugo a los “moches” de contratos de obras y, si no, sacuden con fiereza las alforjas del impuesto predial, y es tanta la creatividad, que hasta las multas de Tránsito son parte “legal” de la Ley de Ingresos.
Y es que detrás de cada político, siempre hay negocio.
Y no es que “un político pobre sea un pobre político”, sino que, no han encontrado, como los futbolistas, al dueño de su carta, a su mecenas.
Las elecciones en México, se ganan con dinero, con “el aceite que aceita las estructuras electoreras”. Y quien controle la estructura, ganará las próximas elecciones.
¡Viva la democracia…! Todo sea por las campañas que se avecinan. que se antojan de romería y de harta picaresca y de dilatación del voto, porque por primera vez participarán 14 partidos políticos, siete de vieja cuña y los otros, de nueva generación, pero con políticos, deshechos del PRIAN y PRD, y todos con Mapáches más sofisticados y con una insólita creatividad, a la que los obligará el Coronavirus.
De seguir el escenario del Convid19 el día de las elecciones, no me imagino votando a los electores con cubre bocas y a metro y medio de distancia. ¿Cómo se acercarán para entregar la credencial de elector cuando vendan el voto o subirse al autobús del acarreo? ¿Haciendo reuniones de más de 20 personas?
¿Conferencias Zoom o video llamadas?
Las elecciones, aquí en nuestro México, más que un juego de candidatos y votantes, se ha convertido en una lacerante y humillante compra de votos y la venta de servicios políticos de profesionales de este oficio tan denigrado.
Para los esotéricos analistas políticos, tal parece que la gente que votó en las pasadas copiosas ¿pírricas? elecciones locales, el triunfo o la derrota de un candidato fue “Vox Populi, Vox Dei”, (la voz del pueblo, la voz de Dios) pero al ver la repudiada actuación de algunos alcaldes, la conseja popular se convierte en: “Vox Populi, Vox Bruti”.
Es decir, ¿El pueblo se equivocó? ¿Los que votaron fueron unos brutos?
La mayoría de los alcaldes se dedican a sus intereses personales, menos a promover a los candidatos de sus partidos, pese a que las elecciones están a la vuelta de la esquina, salvo excepciones como los casos de Tampico, Matamoros y Madero.
En estos municipios, los alcaldes tienen todas la de ganar en la reelección y las diputaciones locales y federales, y pese a que el partido Morena lo impide estatutariamente, ¿qué tal si la ciudadanía lo pide? ¿Por qué no por otro partido?
Por falta de espacio, mañana continuamos con el tema: Vox Populi, Vox Bruti; TAMPICO, DECIDIDO.
Mejor nos leemos mañana.