Recién instalada la familia de López
Obrador en la capital de Tabasco,
avanzada la década de los sesenta,
abrieron una mercería, para la cual trabajó
el futuro presidente. En esos años parecía que el hijo mayor estaba destinado a
convertirse en un próspero comerciante.
Era bueno para los números y muy ingenioso para inventar formas de mercadear
productos. En esa época sus compañeros de
escuela le apodaron el Americano, porque
se vestía distinto a los demás: podía usar la
ropa de “fayuca” que se vendía en su tienda
y en otros negocios similares denominados
“chetumalitos” (en aquella época Chetumal
era zona exenta de impuestos y hasta allá
iban los comerciantes de Tabasco para
abastecerse de mercancía de importación y
venderla en locales de Villahermosa). “Qué
bonita camisa”, le decían. “Es americana”,
respondía Andrés Manuel alzándose el cuello. Pronto sus compañeros se desquitaron
asestándole el apodo.
Escuchándolo hablar sobre su próximo
viaje a Estados Unidos volví a pensar en esta
anécdota, recogida en un perfil biográfico
de López Obrador que escribí hace años. Y
la recordé porque al referirse a su visita a
Washington en las “mañaneras” del jueves y
del viernes, el presidente no escondía su entusiasmo. No lo desalentaba su escaso apego
a salir del país, tampoco la paliza y el riesgo
que representa un viaje con escala en línea
aérea comercial, ni le parecía humillante que
le obligaran a someterse al examen de Covid
como condición para ver a Trump, pese a
haberse negado a tomarlo en México durante
los cuatro meses de pandemia.
¿Qué es lo que lleva a este hombre orgulloso, que no suele someterse a nadie ni gusta del boato y la alfombra roja, a emprender
un viaje que tiros y troyanos consideran de
enormes riesgos políticos y escasa ganancia? Porque, en efecto, los riesgos están a la
vista. Donald Trump no solo es impredecible,
también sabemos que está desesperado por
remontar la enorme desventaja frente a Joe
Biden, su contrincante en el camino a la reelección. Ya lo hizo hace cuatro años, cuando
pese a la torpe pero generosa (para su causa)
invitación de Peña Nieto a Los Pinos, en
el que se le dio trato de Jefe de Estado, el
entonces precandidato respondió dejando
mal parado a su anfitrión desde la rueda
de prensa al terminar el encuentro. Horas
más tarde, una vez en Phoenix, lo traicionó
diciendo que México iba a pagar los costos
del muro como si hubiese sido parte de una
negociación. Ni que decir el costo político
que eso representó para Peña Nieto.
¿Qué lleva a López Obrador a Washington? En el mejor de los casos a afianzar
su amistad con Trump, pese a que podrían
quedarle seis meses en el puesto; en el peor
de los casos una humillación mayúscula. La
puesta en marcha del nuevo tratado, pretexto
formal de la visita, ni siquiera requiere una
ceremonia, mucho menos su presencia física.
¿Por qué entonces?
A mi juicio se combinan varias razones:
1.- Supongo que para alguien tan respetuoso
de la historia y de los símbolos con mayúsculas, ser recibido como jefe de Estado
en la Casa Blanca constituye una suerte de
culminación política. El centro del poder
mundial reconoce al nuevo Benito Juárez,
lo cual lejos de demeritarlo, lo reivindica, al
menos a sus ojos.
2.- En la narrativa presidencial sobre
la recuperación económica la puesta en
marcha del tratado ha adquirido proporciones mayúsculas. Contra todos los señalamientos de sus adversarios que denuncian el
desplome de la inversión productiva, AMLO
ha invocado, de manera creciente, el enorme
impacto que representará la reanudación del
tratado y la derrama de bonanza que podría
desencadenar. La firma por los dos países
(de ser posible los tres), de cara al mundo,
tendría así un importante efecto mediático
inaugural para dar paso a una nueva época, a
juicio de nuestro mandatario.
3.- Por alguna razón el presidente se siente
en deuda con Donald Trump. Así lo ha dicho
una y otra vez. Incluso afirma que, ademas
del tratado, viaja a verlo para agradecerle su
actitud y apoyo a México. Algo un poco difícil
de tragar para el grueso de los mexicanos,
dicho sea de paso. En conversaciones directas
entre ambos mandatarios, AMLO consiguió
que Estados Unidos absorbiera la disminución
de 100 mil barriles diarios del compromiso
mexicano frente a la OPEP hace unos meses;
posteriormente, consiguió de Trump un
número importante de ventiladores y equipo
médico. A la postre resultaron concesiones
más simbólicas que significativas (los 100 mil
barriles no se necesitaron porque la recesión
obligó a bajar la producción, y la ayuda en
suplementos médicos estadounidense representa una bicoca frente al apoyo de China),
pero es cierto que tratándose de Trump, son
generosidades poco menos que inconcebibles. Más importante es el hecho de que, contra todo pronóstico, el empresario presidente
no ejerció la hostil política contra México que
habíamos anticipado. Mérito de AMLO y de las
concesiones en materia de migración que le
ha otorgado a Trump, quizá. Lo cierto es que
el tabasqueño ha generado una relación de
entendimiento con un improbable interlocutor y sin duda ha sido positivo para el país; no
tanto por lo que se ha conseguido, aunque el
nuevo tratado no es poca cosa, sino por los
daños que pudieron evitarse. López Obrador,
con toda razón, lo considera un logro personal
y el viaje es también una manera de hacerlo
notar, confiado en que la amistad seguirá prevaleciendo. Esperemos que no se equivoque.
Imposible predecir lo que hará Trump,
pero podemos estar seguros de que utilizará
la visita de su vecino para ganar puntos
electorales. ¿En qué sentido?, dependerá de
cuál de dos posibles estrategias se imponga.
Por un lado, si está necesitado de fortalecer
su voto duro y adornarse con su seguidores,
es muy probable que haga pasar un mal rato
a AMLO; podría afirmar o insinuar que logró
convencerlo para que México detuviera a los
migrantes centroamericanos haciendo el trabajo sucio, lo cual equivalía a pagar el muro
o cualquier otra balandronada a su costa. Pero, del otro lado, si la estrategia electoral que
busca no reside en convencer a los conversos
sino en ampliar base y buscar votos entre los
latinos, entonces presumirá su amistad con
el mexicano y lo cubrirá de elogios. Esta misma semana tendremos el desenlace de esta
película de suspenso. El tema es saber si la
película es “El amigo americano” o “Relaciones peligrosas”.