Como la luna a veces hace falta, nos hace falta gente al aire libre abajo de la luna. Cuando las luces mercuriales de la ciudad se apagan de manera.
automática y el resplandor comienza el nuevo día, son las seis de la mañana en Ciudad Victoria.
Eso lo podrá escuchar en la difusora local. Leer en los principales medios impresos y digitales a que haya lugar. Consultarlo en las plataformas de las redes sociales.
Son las 6 de la mañana. Apenas hace unos días que empezó lo más fuerte del COVID-19. A estas horas no hay gente y ya cantó el gallo. Anoche hubo un toque de queda, la ciudad anduvo en las redes ante de quedarse dormida hasta esta hora en que despiertan los pájaros. Mucha gente aprovecha y se despierta hasta el mediodía y otros los despiertan.
A veces hace falta, quieras que no, el ser humano y su evangelio. Una y otra vez paseando, haciendo las calles para eso, doblandolas como ropa, antes de salir a otras ciudades.
Aunque usted no crea hacen falta helicópteros, no sé para qué en la ventana, en lugar de zancudos. Hace falta
el aplauso sincero. Hacen falta amaneceres rápidos, muy temprano antes del almuerzo. Saliendo de casa. Respetable público, hace falta público.
Hacen falta libros a esas horas en que todos duermen. El que despierta no se lo dice a nadie. Detrás de una abeja nacen los campos de cultivo y en medio un río. A esta hora la ciudad se construye de nuevo. Sin embargo ahí siguieron las dos torres, los edificios de departamentos, el centro con su calle Hidalgo y un viento constante.
De repente llueve a las seis. La gente se levanta pa-
ra cerrar las ventanas que dan al verano de la calle y a la pandemia. Hacen falta nubes. Adentro de las casas algunas personas juegan a la lotería. Es muy tarde para eso señora.
En los pendientes de los arroyuelos de la tierra, entre el agua cristalina, el reflejo ha vuelto a ver el cielo y de hunde en el rostro que imagina.
A esta hora nadie es alguien que pasa por la calle.
Saca la mano de la noche, afuera hace un poco de aire fresco. A intervalos, el viento apenas da tiempo de respirar los recuerdos. No hay aquellos caminitos que llevaban y traían. Memoria del camino que lleva a la dulceria a los vendedores ambulantes.
Estoy en las redes sociales. Ahí no crecen los árboles. No hay un camino que lleve al molino para la masa de las tortillas. Estamos en las redes sociales chateando, estalqueando a los amigos.
La tarde es un par de galletas con café. Te miran en las calles de arcilla, mis brazos delgados, mis costillas boca arriba. Me asomo al silencio en un hilo de conversaciones ajenas. Soy la teoria de alguien que dijo. Alguien escribe que existo en el agua precipitada.
En la ciudad caen todas las lunas cuando amanece. Son las 6 de la mañana. Las miradas nos buscan en sus sitios ausentes. Estamos en letras ya leídas. En las palabras guardadas cuando amanezca en los portones inesperados.
Son las 6 de la mañana en los ojos que han visto mucho cómo amanece, por oficio del azar, por proceder del sitio de donde vienen los ángeles.
El tiempo que no cambia devuelve los días en una canción. En busca de una estrofa, una palabra que traiga cerrando los ojos, la ciudad circula en su bicicleta, dibujada en el parque.
HASTA PRONTO.