En 1975, en una visita a México
para promover la transición
española a la democracia, el
líder del Partido Comunista Santiago
Carrillo tuvo una reunión con el líder
del PRI mexicano, el historiador e intelectual Jesús Reyes Heroles. Carrillo
comentó a Reyes Heroles que México
debiera seguir los pasos de España y
transitar a la democracia. El mexicano
respondió que el sistema mexicano no
era una dictadura como la de Franco.
Pero al final el propio Reyes Heroles
le tocó, como ministro de Gobernación
del gobierno de José López Portillo,
instrumentar en 1977-1978 –casi en
coincidencia con la española– una
transición mexicana a la democracia
con una reforma política que debió
potenciar la democracia: la reforma del
sistema de partidos para pasar de uno
dominado por el PRI y con el centroderecha PAN como “oposición leal”
–es decir: sin meta de alternancia, en
aquel entonces– a otro con equilibrio
ideológico por la legalización del proscrito Partido Comunista Mexicano –de
filiación marxista y con vínculos con la
guerrilla– para meterlo al Congreso a
debatir.
La segunda decisión de transición
mexicana a la democracia ocurrió en
1990 y se completo en 1996: la separación del gobierno de la oficina realizadora de elecciones y la creación del Instituto Federal Electoral y su autonomía
total en 1996. Hasta 1990, las elecciones
federales las hacía el gobierno a través
de la Comisión Federal Electoral presidida por el ministro de Gobernación: el
gobierno hacía el padrón, realizaba las
elecciones, contaba los votos y decidía
resultados.
La transición a la democracia del
sistema autoritario, presidencialista, de
partido de Estado a un sistema democrático pluripartidista se consolidó en
julio del 2000 con la victoria del opositor PAN de centro-derecha en elecciones libres y sin violencia. Antes de las
elecciones había retumbado la amenaza
del líder de los obreros oficiales, Fidel
Velázquez: “a balazos ganamos el poder, a balazos nos lo tienen que quitar”.
La alternancia del PRI al PAN, después
de setenta y un años de dominio de una
clase política, fue un avance democrático, aunque no la construcción de una
democracia o la consolidación de una
transición.
Sin embargo, en el 2000 hubo alternancia de élite en el poder, sin liquidación del viejo régimen ni instauración
de un nuevo sistema/régimen/Estado.
El gobierno del panista Fox gobernó
con el PRI, a pesar de que dijo y repitió
que sacaría al PRI “a patadas” de la casa
presidencial de Los Pinos. La coalición
informal PAN-PRI pervirtió la alternancia, impidió una alternativa de grupo
dominante y desinfló la transición. Es
decir, no hubo transición de sistema, de
régimen y de Estado.
El fracaso de la alternancia-transición ocurrió en 2012: por errores de dos
gobiernos panistas el PRI regresó a la
presidencia de la república para seguir
gobernando como antes: corrupción,
engaños, tráfico de poder, patrimonialismo. La opción PRD-Cuauhtémoc
Cárdenas se deshizo en el 2000 y en
el 2006 comenzó la lucha social en las
calles de Andrés Manuel López Obrador, con un discurso caudillista anti
corrupción y anti privilegios. Luego de
la presidencia del priísta Enrique Peña
Nieto marcada por la corrupción más
escandalosa, en el 2018 arribó al poder
López Obrador para restaurar el modelo presidencialista del viejo PRI, aunque
sin el PRI ni su propio partido Morena.
El pasado 2 de julio de este año se
cumplieron 20 años de la victoria de la
alternancia en la presidencia mexicana que marcó el principio del fin del
PRI. En esos dos decenios México no
construyó una estructura democrática
ni consolidó el origen republicano de su
independencia en 1808-1810. La sociedad mexicana, que ha carecido de una
educación democrática, ha vuelto a las
andadas de los sistemas caudillistas.
Si se revisa la historia política de
México, México necesitaba a finales de
los setenta una transición, en efecto,
pero una transición a una república
de instituciones y leyes. El perredista
y expriísta Cuauhtémoc Cárdenas en
1988 representó la figura de un caudillo
popular que llevó la votación opositora,
con fraudes y trampas, a un tercio de
los sufragios. El panista Vicente Fox
construyó una base popular con sus
frases de rancho que humillaron al PRI,
pero en el gobierno gobernó como un
priísta típico, se olvidó de la transición y el cambio político y se dedicó a
disfrutar las mieles del poder. El panista
Felipe Calderón (2006-2012) sólo
abrió al PRI las puertas de regreso a la
presidencia.
A pesar de que sus siglas perdieron
la presidencia en el 2000, el 2006 y el
2018, el PRI sigue siendo la estructura
de poder del sistema/régimen/Estado
en México y por lo tanto sigue latente el
modelo de transición a una democracia
de leyes e instituciones. México ha perdido veinte años de historia para salir
del PRI y regresar al presidencialismo
priísta, por lo que sólo queda recordar
la alternancia del 2000 con la nostalgia
de un tango:
Volver, letra de Alfredo Le Pera
y música de Carlos Gardel, tanguista
argentino, voz de Gardel (1889/1990-
1935):
Volver con la frente marchita
Las nieves del tiempo platearon mi
sien
Sentir que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada, errante en las
sombras
Te busca y te nombra
Vivir con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez
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