Seguimos asustados, la pandemia del nuevo coronavirus no cede, al contrario cada vez que nos dicen que ya terminará la cuarentena aplazan el término, es por salud pública que debemos acatar el protocolo de sanidad. Sin embargo, no es el único mal que nos preocupa, otras epidemias como la obesidad y la diabetes, tienen al borde del colapso al anémico sistema de salud nacional.
Esta vez le doy la razón a Gatell, el galeno de cabecera en estos momentos de emergencia, la sociedad debe cambiar con urgencia sus hábitos alimenticios y de cuidados físicos y mentales.
No es que las enfermedades crónicas y degenerativas sean las causantes directas de las muertes por Covid19, pero sí inciden en la pronta o nula recuperación de los enfermos. Desde el primer aviso de la OMS se nos recetó cuidar en extremo a las personas con estos antecedentes médicos.
El conteo de pérdidas humanas por el nuevo virus supera los 40 mil, cifra similar a las muertes que cada año se lamentan en nuestro país de personas que enfermaron por sus malos hábitos alimenticios, poca o nula actividad física y mal seguimiento de sus males por parte de las instituciones médicas. Tanta vida acabada a pesar de tener el remedio en la prevención, tantas campañas y promocionales de salud, sin éxito.
“Chécate, mídete” “Fumar mata” “Si toma no maneje” “Limpie patios para evitar dengue” “Si los quieres vacúnalos” son algunas de los mensajes que recordamos fácilmente pero que difícilmente se aplican. Los más nuevos nos invitan a la sana distancia y lavarnos las manos. Y si nos asomamos tantito a la calle vemos como no se atiende tal recomendación como receta médica.
El dóctor de la nación, se desespera porque ya nadie le hace caso, nos remonta a los años ochentas donde todavía estaba bien visto fumar, hábito que ha causado muchas muertes, que luego se puso de moda en las mujeres, sin embargo con nuevos reglamentos de salud se ha logrado inhibir el consumo del tabaco.
Lo mismo se pretende ahora con un nuevo etiquetado para productos insanos, los que están más a la mano en farmacias y tiendas de conveniencia, que ya más bien parecen de abarrotes y despensa, éstos productos ya son básicos en la dieta del mexicano. Hace poco se legisló al respecto, pero con miedo a la industria de los procesados y dañinos artículos, la ley resultó una falacia sólo complaciente para los industriales y de flaco favor para los consumidores.
Entonces, no es una pandemia la que nos agobia, aunque en todo este año la atención está focalizada en la crisis de sanidad ocasionada por el Covid 19, estamos atrapados por otros males públicos de los cuales no podremos salir sin la conciencia colectiva para combatirlos.
De nuevo se pretenden campañas, impuestos y más reglamentos para inducirnos a comer bien, pero seguimos viendo como niños toman refresco en vez de agua, como acceden más a las botanas que a los nutrientes, se nos seguirán acumulando las pandemias.
Este atípico año, que nos mantiene encerrados y con miedo, deberá ser un parteaguas para la reflexión individual y social sobre la calidad de vida que nos procurarnos. Comer bien y sano, debe estar bien visto.