Estamos lejos de nosotros. Hay una sana distancia. Apenas podemos vernos a los asustados ojos, podemos comentar algunos asuntos bajo el cubrebocas, correr y tranquilizar el cuerpo que toce. Decir un secreto antes del cierre de las calles.
Podemos imaginar. La imaginación no padece pandemia, goza de salud, de la que puede liberarse y enfermar sin cura, hasta que llega una mejor idea y todo comienza.
Al día siguiente la imaginación estalla. Hay una nueva manera para hacer que el sol caiga en la arena. Pisar cada espacio posible, cada cacho de planeta corriendo por la vida, salvándonos. Van unos corriendo atrás de otros y nadie los ha visto.
La imaginación es un árbol que crece torcido y jamás su rama endereza. Ni ganas tiene de enderezarlo. La imaginación deja de serlo cuando se vuelve monotonía. Cuando se vende, cuando se somete al pensamiento y se hace predecible.
El mundo es recreado por la imaginación, y la contemplación es una forma de ver el arte pasajero. El paisaje es sólo nuestro verde, amarillo, azul, negro y el rojo alucinante, así como las sombras y los reflejos. El resto es un río caudaloso, una mesa, un fruta en su árbol nocturno con dueño. Sindicato de colores reunidos en el arcoiris.
Con imaginación hemos construido un planeta diferente. Pero el río pasa por donde antes sólo había cactus, el mar es un refugio de botellas pet, un seminario de artículos desechables. La imaginación no fue más allá de las alcantarillas tapadas ni le ha dado por limpiar el océano con una mano.
Salimos de casa con la imaginación. Desde antes andamos en las calles husmeando, mucho antes que eso estuvimos pensando a dónde ir, nos imaginamos el sitio exacto, las personas, lo que abremos de decir y lo que seguramente nos dirán sin falta. Sólo estamos en el portón. Nadie ha dicho que salimos para hacer bola como antes.
Siéntese un rato en el suelo, quizá le haga falta el perfil bajo, observe la actitud de los canes, la soberbia de los gatos en el techo. Imagine una nube, una lluvia tenue, una sonrisa a media calle sin gente como un acontecimiento importante. Saque una mano y con un poco de detergente limpie el océano y la nube.
Enfrente de toda la concurrencia la imaginación hace una manifestación proletariada. Hay pobres impresindibles para los gobiernos, la imaginación no pudo ir más allá del sustento y del susto.
La imaginación es un pueblo, un globo terráqueo al que se le echa aire. Nos mudamos hace mucho tiempo en el tiempo imaginario. Desde hace rato veo la realidad por el agujero que hay en la pared. Me habla un discurso, digo una frase incoherente para ir con la moda, me cubro los dientes podridos más que la boca, más que el océano de un manotazo.
La imaginación es un niño ingenuo que ignora lo qué hacer frente al espejo. Un genio de la ingeniería, una estrella instantánea como el café muy temprano. La imaginación es una tabla, un cuerda, después de todo es un todo y a veces es lo único que poseemos.
Decimos árbol y aparece un árbol que va con nosotros y desaparece cuando otra palabra vino a sustituirla antes de concluir el partido. Decimos otras palabras en el mundo imposible donde se nace a cada rato y se muere como nunca y como nadie.
Ante la realidad aplastante que todo lo cambia y lo consume, la imaginación pudiera ser que nos salve del jocoque al que soplamos con los ojos cerrados.
HASTA PRONTO.