No sólo es el coronavirus, la sociedad actual sufre de otras dolencias como la indiferencia antes graves desigualdades sociales, la competición por ideologías vanas, la envidia por el poder o la omisión ante fallas de protección a los derechos humanos de muchos; si algo queda claro en temporada de crisis son los errores que como comunidad venimos arrastrando desde tiempos inmemoriales. Hoy nos piden que seamos socialmente responsables y protegernos individual y colectivamente, cuidar de no contagiar, de cualquier virus a quien se cruce en nuestro camino.
Ya lo sustentó la ciencia y lo refiere la historia, en otras crisis epidemiológicas ya existía el artefacto que frena los fluidos que pueden enfermar a otros, lo usan los galenos en su profesión con el afán de no afectar a su paciente; también en infantes o adultos mayores, los extremos de la vida, es común verles, sobre todo en temporada de frío, con una prenda que les tape la boca, para evitar males gripales.
Lo he visto hasta en las fondas o cocinas gourmet, en algunos lugares bien cuidados, quienes preparan los alimentos portan cubre pelo, guantes y tapabocas, para evitar contaminar los platillos de los comensales.
Pero este pedazo de tela, es para muchos la manzana de la discordia, el distractor perfecto para mantener la atención en lo trivial y perder el foco de lo importante, en medio de la tragedia por la muerte de miles de personas por Covid 19, el presidente y su doctor de cabecera López Gatell apuestan por el juego del uso o no, de la prenda que está comprobado puede salvar vidas, al menos reduce los contagios de cualquier mal de transmisión respiratoria.
El cubre nariz y boca, que a muchos nos vino como anillo al dedo, ayuda también para que en los pocos espacios públicos en que podamos deambular, no se nos note el agobio cuarentenario, incluso a las mujeres, nos reduce el uso del pinta labios y esto a la larga puede representar ahorros monetarios.
Las explicaciones del responsable de comunicar cifras y datos de la pandemia en México, sugieren que al principio no se decretó como una norma nacional el uso del cubre bocas, porque se temía que el mexicano se sintiera envalentonado y saliera a la calle sin medida y sin sana distancia o higiene excesiva; una y otra vez López Gatell defiende esta teoría que vendría a emporar la situación del ciudadano irresponsable, sin embargo ahora con tanto debate e información sobre la prenda, el mismo ciudadano reconoce que es benéfico su utilización, pero al doctor ya no le parece “políticamente” correcto echarse para atrás. Menos al “necio” de su tocayo de apellido.
Y como en política importa más la forma, que el fondo, el gabinete legal y ampliado se ve en la encrucijada de imitar al jefe en la irresponsabilidad de no cuidar a quien tienen junto, sobre todo al no parar la movilidad social. Ya muchos han enfermado pero superan el mal desde el privilegio de atenderse en privado.
Antes de este virus, nuestro país ha enfrentado otras tragedias de salud pública, las deficiencias del sistema sanitario han causado muchas muertes, las malas decisiones políticas también. Hoy queda claro que los personajes públicos que no toman medidas preventivas son ejemplo a no seguir.
La decisión individual de usar el cubre bocas, nos conviene a todos, como humanidad.
Por Guadalupe Escobedo Conde