Los mexicas en su mayoría, no compartimos el perdón otorgado por AMLO a Felipe Calderón. Y no lo hacemos porque el robo de la presidencia en el 2006 por parte del PAN y sus aliados, significó incrementar la pobreza, la desigualdad social y por supuesto, la entrega del país al capital nacional y extranjero.
Pero además la corrupción se consolidó para institucionalizarse durante el régimen de Enrique Peña Nieto, convirtiendo en costumbre del poder, el saqueo y la rapiña.
Si en el 2006 el entonces IFE, encabezado por Luis Carlos Ugalde (metido ahora a “inteligente” analista), no hubiera nulificado los 905 mil sufragios que en buena medida favorecían a López Obrador (candidato del PRD), o hubiera aceptado el conteo casilla por casilla, otro gallo nos cantaría.
Recordéis que Calderón apenas “ganó” con medio punto, es decir, 230 mil pinchurrientos votos, en una población efectiva de 45 millones que participaron en el proceso electoral.
Sin embargo las fuerzas obscuras capitaneadas por Carlos Salinas de Gortari, pudieron más que la exigencia de cambio social. Y de ello no fueron indiferentes Vicente Fox, ni la derecha empresarial, mucho menos el clero, integrantes de la mafia política que manipulaba la nación en beneficio de esta misma minoría, que ahora ataca, lanza críticas mal sanas, organiza y costea movimientos bajo ridículas banderas que tienen objetivos golpistas desestabilizadores.
Para fortuna ha sido más poderosa la intención transformadora del actual régimen, que pese a los problemas conocidos, vence obstáculos y avanza en el combate a la inmoralidad de la administración pública.
De manera que AMLO perdona a Calderón, (lo cual supone que también a Salinas y Fox), pero los mexicanos no, porque alargando el neoliberalismo, la república sacrificó doce años que pudieron salvarla de la crisis en que la hundieron los corruptos.
Tal vez PEMEX hubiera recuperado su calidad de industria esencial en el desarrollo nacional, en lugar del desmantelamiento y abandono que sufriera a manos de “gobernantes” mañosos, irresponsables, discriminadores y profundamente anti patriotas, además de ladrones, claro.
Mucho de esto habíamos tenido con De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox, como para que llegara Calderón cargado de complejos y excesos (incluido el etílico, eso dicen), que le llevaron a la estúpida adquisición de un avión presidencial que sin importar el costo (casi 9 mil millones de pesos incluida la construcción de un hangar especial), sirviera para presumir al mundo, cual “candil de la calle”, a pesar de la pobreza de casi 70 millones de nacionales que sin culpa, tuvieron que apoquinar la ofensiva compra.
Ya sabéis que la nave sin estrenar, fue un obsequio de Calderón a Peña, quien sin escrúpulos gastó cientos de millones de pesos en viajes inútiles, que tuvieron como fin, halagar a empresarios, políticos e integrantes de los medios de comunicación, a quienes de esta manera abonaba “a su buen comportamiento y disciplina”, hacia el supremo gobierno.
Desde luego que selectas familias también disfrutaron paseos dentro y fuera del país, invitadas con cargo al presupuesto, por “la gaviota” Angélica Rivera, protagonista del surrealismo tele novelesco desarrollado en “Los Pinos”, cuyo final aunque presentido, no dejó de sorprender.
En el 2006 entonces, llegó Calderón y a su lado Genaro García Luna del que mucho se seguirá hablando (e investigando), por ser partícipe y causa, de la violencia que desangra al país.
Este ex secretario de Seguridad Pública que dependía de un jefe que le brindó toda la confianza posible, es decir de Felipe Calderón, quien ingenuamente se declara ajeno de los pecados de su subordinado. ¿Cómo, si García Luna casi vivía en la casa presidencial?, al margen de que, al más consentido de los funcionarios, se le cumplían caros caprichos, como la instalación de un sofisticado bunker que servía como centro de espionaje utilizando la más cara y avanzada tecnología.
La mayoría mexica, insisto, no perdona a Calderón porque sirvió de enlace en negocios turbios. Ahora se sabe que en sus recientes declaraciones ante la Fiscalía General, Emilio Lozoya involucra al ex presidente como parte de la destrucción de la industria petroquímica en contubernio, al parecer, con la tristemente célebre constructora Odebrecht.
Es probable que ambos, (Calderón y Emilio), se relacionaran desde la campaña presidencial de EPN, o tal vez antes, y planearan negocios a la sombra del poder. En este sentido Felipe Calderón ha de ser requerido en función de las culpas correspondientes.
Por otra parte, si AMLO perdona el robo de la presidencia, no creemos que el fiscal Hertz Manero piense igual respecto de la investigación judicial en curso por presunta corrupción. Don Felipe no tiene escapatoria.
Y falta como le vaya con la información que seguramente estará compartiendo su ex secretario de Seguridad con las autoridades gringas que ya sabemos, no se andan con cuentos.
REUNIÓN CIVILIZADA
El amarillismo informativo supone que la reunión de este miércoles entre gobierno federal y locales se convertirá en un circo romano. Nada más insensato, toda vez que por sobre las diferencias que pudieran existir, está el interés nacional, que no es cualquier cosa.
A través de sus autoridades, la ciudadanía está en su derecho de proponer soluciones a la problemática que enfrenta, siempre acorde con la realidad socio económica. Y es que el pacto federal vigente, contiene a todos los mexicas sin excepción.
Sea que los conflictos hay que resolverlos con la mejor disposición de que sea benéfico para todos, por la sencilla razón de que en México ya desaparecieron las élites, las castas y los privilegios…vivimos una auténtica democracia.
El actual gobierno es resultado de una decisión popular que incluye a las 32 entidades.
Por ello lo que observaremos en san Luis Potosí será un acto civilizado, sin protagonismos o provocaciones, mucho menos exigencias que por si mismas violenten la armonía republicana.
Se trata de mejorar la calidad de vida en todos los aspectos y no de confrontaciones que desgastan, crean frustración y en algunos casos enemistad personal que no conduce a ninguna parte.
Reunión civilizada digo, donde a través del diálogo, ha de imperar la razón, dado que en los tiempos que transcurren urge imponer el interés común, haciendo a un lado diferencias partidistas o de grupo, tendientes a influir en futuros procesos electorales.
Por el bien de todos, no puede ser de otra manera…he dicho.
Y hasta la próxima.
Por Max Ávila