Escríbete una carta en tu zapatos, en los que lleves puestos entre semana cuando vas al trabajo y te diriges allá y ves la agente caminar de un lado a otro. Escribe como ausente y lejano aunque la carta tarde.
Escribe de tu infancia prohibida y primitiva, escribe con letra manuscrita en un cuaderno de raya. Escribe desde la infancia en tu mano pequeña, escribe con pluma bic,
punto mediano, la primera palabra que dijiste.
Escríbete, recibe la carta, siente el vértigo junto a la ventana por donde entran fuerte los rayos del sol. Leé el nombre de nuevo y busca en el reverso una y otra vez las últimas palabras con las primeras que son bíblicas. Las que nunca entiendes.
A renglón seguido entre líneas coloca la crónica desde un tapanco y pronuncia cuando quieras el discurso sincero y descarado, con las palabras pelonas, al chile, escribe.
Fíjate cómo encaja libre en el corazón cada palabra. Cómo eres desde el punto de vista a la hora de pronunciar la primera frase sin hacer gestos.
Fíjate cómo eres abajo de las cobijas, cómo te acurrucas, dónde pones las manos liberadas en un carnaval a media calle sin que nadie lo escuché.
Luego de clásico saludo o membrete, pasa a decirte lo siguiente. Escribe entonces una carta romántica con dos pesos en la bolsa, con dos de café y dos de azúcar. Estás temblando. No tiembles nomás acuérdate, escribete la neta aunque te duela.
Atrás de una barricada enemiga lánzate tu primera granada, corre en despoblado sin avisar a nadie nadie, pregúntate a dónde vas, no se apure señora,estoy escribiendo nada más.
Como quiera di algo allí en la hoja en blanco antes de que pase un rato y luego otro, antes de que los sucesos te ganen y tengas que escribir una carta pasada de moda con timbre postal, mojado por la lengua y toda la cosa. Sin cartero en bicicleta ponchada que la entregue. Sin perros que le persigan por la cuadra.
Escribe la primera palabra. Todas te quedan oye, todos los caminos conducen a Roma en el fin de los caminos que se bifurcan.
A nadie engañas si cambias una palabra por otra. Si finges y engordas la voz e imitas al gran Caruso en la voz de las Hermanas Quintana. Has de pronto como si fueses real, sin reclamos, que podría llegar a las manos si no es que a las armas o a los costalazos. Di entonces lo que te dé la gana, todo te duele y apenas empieza la carta.
Di lo que sientes cuando te pica un hormiga colorada. Di a dónde vas conejo Blas. Confiesa tus más horribles errores, de esos de los que nada más tú te diste cuenta, te estamos esperando sin morbo.
Ve a la esquina y vuelve, no sé para qué pero respira profundo antes de poner el inefable gerundio y el sin embargo y prosaico pleonasmo.
Si el sujeto que eres túni modo que otrote contesta, ya no le hables, bórralo del facebook al malagradecido e irrespetuoso, te perderá como amigo, ponle ahí que te conformas con que no hable solo.
Escribe esa carta como a la de Eufemia, pero si no puedes soportar, quieres contestar, te tiemblan las piernas, a la vuelta de correo trata de ser amable.
Mejor no digas lo que sientes cuando te pica un hormiga colorada, mejor di qué pensaste cuando te quedaste por una y no ganaste a la lote, la cara de burla de tu peor enemigo o en su caso enemiga, eso no tiene género.
Si vas a escribirte échate un baño antes, tente en pie un rato por respeto, sostente en ambos pies antes de trepar a un árbol como chango.
Escribe eso, que cuando estás solo escribes sin saludar a la bandera, sin salvar a tus amigos y ni a ti. Escribe lo que escribes cuando nadie te mire, ni yo. Te estamos esperando sin morbo, eso creo. Sólo que si la cantas como corrido, no engordes la voz como Joaquín Murieta o como Pedro Llerena, el de la voz aguardentoza, o como si acabaras de echarle un buche a la caguama, porque no se te va entender nada.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA