La nueva normalidad se impuso y se negó al presidente un día faustoso de lucimiento personal para recetarnos lo que nos receta todas las mañanas, el parte de gobierno que nos anuncia que “todo está bien”.
El formato que vimos en las televisoras comerciales, que “muy solidarias” transmitieron el mensaje, fue realmente austero, sin besa manos, ni ricas viandas, no hubo acarreados al zócalo y tampoco artistas estelares de comparsa a los políticos. El acto protocolario estuvo a la altura de la actual circunstancia que nos mantiene en medio de tres crisis, la de salud pública, la económica y la pandemia por feminicidios.
La forma, buena, el fondo, sin chiste. Ningún anuncio importante que marque un parteaguas en la administración, tampoco nada nuevo bajo el sol de palacio nacional, que en verdad nos indique que la 4T finalmente transformará este país.
Eso sí, escuchamos más utopías que las que se transmiten en una mañanera común y corriente, a las que ya nos hemos acostumbrado. En 45 minutos de mensaje, corto para lo que le gusta, el presidente contó un cuento que sólo él cree.
Al minuto 36 con 55 segundos empezó a decir que en “casi en todos los delitos, ha habido disminución, en comparación con noviembre del 2018, hay menos secuestros, feminicidios, robos a transeúntes, a transportistas, menos robo de vehículo, robo en trasporte público colectivo, menos robo en transporte público individual, menos robo a negocios y menos robo a casa habitación, en todos ellos se ha registrado una baja del orden del 30 por ciento en promedio. Solo han aumentado dos delitos homicidio doloso y extorsión, en 7.9 y 12.7 por ciento respectivamente”, cita estenográfica.
El presidente también anuncio que ha cumplido 95 de los 100 compromisos que propuso en el zócalo el 2018, le quedan solo cinco por hacer, que ya están en proceso, no detalló cuales, quizá por no alargarse en el discurso, tal vez este dicho vaya con sustento al Congreso. Interesante será entonces escudriñar la glosa.
Ante sólo 70 invitados, 59 hombres, 11 mujeres, con voz pausada, sin prisa, más de corridito porque estaba leyendo, empezó con el tema de la corrupción, pero por vez primera aceptó que no ha desaparecido, como un día imaginó, hoy al hablar de “la peste” que originó la crisis de México, cambió el discurso y mejor dijo que “ya se acabó la robadera de los de arriba, pero todavía falta desterrar por completo el bandidaje oficial”.
No hubo en su texto una sola mención para las mexicanas, para las miles de víctimas o familiares de víctimas de la violencia, del desempleo, la crisis de salud o la económica, reiteró que busca mantener el modelo de familia “fraterna” ese donde la mujer, calla, cuida, es condescendiente y no necesita nada.
No sorprendió que, mencionará que el feminicidio, la más brutal expresión de violencia hacia la mujer, vaya a la baja, aunque hace apenas una semana el Secretariado Ejecutivo de Seguridad informó lo contrario, que este flagelo paso de 9 a 11 mujeres asesinadas al día, por su condición de mujer.
Al final del evento, las siete mujeres del gabinete y la jefa del gobierno de la CDMX, se tomaron una foto y la enviaron a sus redes, para presumir paridad de género, una de ellas apunto que “la presencia y el trabajo de las mujeres es un motor principal en esta transformación”, pero debe ser muy difícil aguantar en el cargo, calladitas, sin objetar al jefe por la nula política pública con visión de género. Están ahí, pero, así como para la foto, nomás.