CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El portón se abrió y un hombre de alrededor de 55 años salió de la casita en pants y una playera de las chivas.
Lentamente y con los brazos cruzados se acercó a otra vivienda cercana en la acera opuesta.
Ocho adultos, cinco varones y tres mujeres se divertían esa noche bebiendo cerveza en la acera con una bocina de 15 pulgadas sonando a todo volumen con canciones de banda. El problema era que el reloj marcaba las tres de la mañana.
– Buenas noches vecinos, buenas buenas – dijo el hombre en pants
– Buenas ¿Que se le ofrece don Juan?
– Oiga don Juve, ¿no sería tan amable de bajarle un poquito a la música? es que ya es muy tarde y ya queremos dormir, si no quiere no quite la música, nomas bájele un poco o si pudiera voltear el bafle hacia si casa
– ¿Y si no quiero?
– No pues por eso le vengo a pedir con todo respeto que nos eche la mano, es que ya son las tres de la mañana
– Pues yo en mi casa puedo hacer lo que me pegue la gana ¿no? si quiero me puedo amanecer…
– Si, Don Juve, es verdad, pero el problema es que no esta en su casa… esta en la acera, además estan ingiriendo bebidas alcohólicas en la vía pública
– Pues si no le gusta ¡Pues cámbiese de colonia Don Juan! Aquí siempre hemos hecho lo mismo y yo estoy en mi derecho de poner la música que yo quiera y hasta que yo quiera… ¿o que? ¿Me la viene a hacer de pedo?
Don Juan movió la cabeza en señal de desaprobación, y para evitar que el problema llegara a mayores se retiró en ese momento. Sin embargo al llegar a casa tomó el teléfono para reportar que un grupo de personas en su colonia se embriagaba en la vía pública y mantenía el volumen de la música demasiado alto. La operadora tomó el reporte y le aseguró a Don Juan que una patrulla se trasladaría de inmediato a esa dirección.
En realidad no fue de inmediato: pasaron veinte minutos, treinta, cincuenta y exactamente una hora después la noche se iluminó con la luz roja y azul de las torretas de las patrullas de la policía estatal.
Como siempre, al notar la presencia de los uniformados los escandalosos echaron a correr con todo y silla pero cuatro de los ocho individuos fueron sometidos por los estatales.
– Eh ¿pero porque? ¡yo estoy en mi casa y en mi casa puedo hacer lo que yo quiera! – gritaba Don Juventino mientras le ponían las esposas
– La acera o la banqueta no es su casa, señor, su casa es de la puerta hacia adentro, aquí afuera es la vía pública – le respondió el policía.
– ¡De seguro ese cabrón de Juan les fue con el chisme! – vociferaba Juventino – ¡Pero vas a ver jijo de la chingada!.
Escenas como esta se dan constantemente en la capital tamaulipeca y aunque no todos los llamados son atendidos o de manera rápida, muchas personas son remitidas al 2 Zaragoza cada semana por las mismas razones.
En esta capital es difícil encontrar información sobre las multas correspondientes, aunque si existe un Bando De Policía y Buen Gobierno publicado 1991 y que en su Capítulo II y Artículo 5º. explica en su fracción VII que esta considerado como una falta “Ingerir bebidas alcohólicas en lugares no autorizados para ello, o transitar en la vía pública en estado de embriaguez, o bajo el influjo de alguna droga y alterando el orden público” mientras que en el XIV considera que lo es “utilizar aparatos de sonido o instrumentos que produzcan ruido a nivel que cause molestias a vecinos o en la vía pública, efectuar bailes o fiestas sin la autorización correspondiente”.
Para sancionar estas conductas existe un juez calificador. En otras entidades se aplican de 25 a 36 horas de arresto o el pago de 21 a 30 veces la unidad de cuenta, que al día de hoy es de $86.88 pesos.
Entonces la sanción mínima que se puede imponer es de $1,824.48 pesos, y la máxima por beber en la calle es de $2,606.4.
Dependiendo de la cuestión de agravante, por ejemplo, si hay una persona ofendida o agravada por el ilícito la sanción puede crecer.
Lo cierto es que las ‘pedas de banqueta’ tienen una sanción y lo mas recomendable es evitar caer en esa falta y llevar la fiesta en paz con los vecinos.
POR JORGE ZAMORA