Debe ser bien difícil desprenderse de las costumbres misóginas, ideas arcaicas y conductas machistas, más si el varón se considera “necio” y todo lo ve personal, su egocentrismo lo lleva a deliberar que si una hoja se mueve, no es la naturaleza, es un “conservador” u “opositor” que intencionalmente lo ataca, sin lograrlo claro, porque él asume que si el pueblo bueno y sabio está con él, quien contra él.
De repente hasta da que pensar, por el hecho de que no le guste hablar de las mujeres, que rechace todo tema feminista y no reconozca los niveles de violencia que siguen afectando a más de la mitad de la población del país. Sin embargo, a pesar de él, México debe cambiar.
Es una exigencia de la sociedad entera, ya no es sólo un tema mujeril. Por si nos faltará algo a las mexicanas que hemos crecido a la sombra de un patriarcado arraigado por el sistema político, social y religioso, ahora debemos enfrentar la intimidación que ejerce Andrés Manuel López Obrador sobre el feminismo, desde el máximo pódium institucional.
Ni siquiera se atreve a nombrar por su nombre a las colectivas feministas, les dice “movimientos sociales” a donde supone, también han caído los “infiltrados” y “provocadores”.
Nos repite que no hay que hacer tanto alboroto, que las familias fraternas nos acogen con dulzura, que aquí se respira puro amor, aunque la realidad diga otra cosa: que los feminicidios y las violencias contra la mujer aumentan en todas sus expresiones.
Como las anteriores marchas y manifestaciones, las del 28 septiembre por la legalización del aborto seguro y sin costo, fueron invisibilizadas desde la investidura presidencial. Algo así como, démosle vuelta a la página y sigamos con la agenda política sin siquiera ahondar en las causas de las revueltas feministas.
El “gasligth” es un término que está tomando nuevamente relevancia a nivel mundial para hablar del control psicológico que el hombre ejerce sobre la mujer, que a través de la manipulación pretende afectar su pensamiento y emociones, inhibir su toma de decisiones y hacerla dudar de su cordura.
Es llevarla al extremo de ceder que esta “loca” por lo que piensa, siente, ve y opina. Algunos textos apuntan que esta estrategia de manipulación masculina es la “tortura psicológica más peligrosa del amor”.
Se basa en descalificaciones, abusos y mentiras, que desorientan a la víctima. El vocablo que se traduce como luz de gas, viene de una obra del teatro inglés de los años cuarenta, titulada Gas Light, que luego se llevó a cine con la actuación de Ingrid Bergman, y que la literatura y psicología clínica adoptan como una expresión para abordar las situaciones del maltrato emocional hacia la mujer.
¿Cuántos hombres conoces que ejercen esta práctica con las mujeres? Las pocas expresiones que el presidente da con enfoque de género van en ese sentido, la propia inacción y omisión del diálogo hacia ellas es también una agresión, no las ve, no las escucha. Es la ley del hielo.
Cuando sostiene que ya no hay violencia hacia la mujer, minimiza los reclamos y pretender hacernos creer que la fraternidad nos rodea, es aplicarnos el “gaslight”, como si todo lo inventamos o sólo está en nuestra “cabecita loca”.
Aunque nada pude hacerlo cambiar de opinión, no debemos perder la cordura y como él mismo sugiere “no debemos caer en provocaciones”, el 2021 está a la vuelta de la esquina y la fuerza femenina será reflexiva en las muy próximas decisiones electorales. No dejemos que nos apague el resplandor.