Frontera de Tamaulipas en 1857
La prensa de esos años decía que, desde hace tiempo, las autoridades de Ciudad Victoria habían abandonado enteramente a sus propios recursos,
a los pueblos de la frontera, por lo que presentaban un doloroso espectáculo de poblaciones desvalidas, en cuyo suelo privilegiado por la naturaleza, parecía haber borrado la mano de la indiferencia hasta la última huella del progreso y mejoramiento.
A lo anterior se le sumaba, una constante lucha con las tribus salvajes, la cual no solo frenaba el engrandecimiento de la población, sino que difícilmente lograba conservarla.
Para octubre de 1857, el Rifle de Tamaulipas publicó que los indios bárbaros habían vuelto a aparecer en las villas de Mier y Guerrero,
indicando que para los que intentaban colonizar con “salvajes” era esta una importante noticia; sin embargo, para muchos no lo era y esperaban que cuanto antes quedara establecida una línea militar en la frontera que los librara de tan desoladora “plaga”
La defensa contra los lipanes, comanches y demás tribus que merodeaban el norte de Tamaulipas, fue el pan de cada día de los paisanos que vivían en ambos lados del río Bravo, quienes sufrían constantementeataques, asesinatos y pillaje.
Es importante aclarar a las nuevas generaciones, que al referirse a “ambos lados del río Bravo” se hablaba de Tamaulipas en general, pues esas tierras aún pertenecían a la entidad.
Un breve periodo de paz
En 1837, los miembros de la sala capitular del ayuntamiento de Reynosa, que en esos años presidía don Luis Guerra, decían que la nación de los barbaros lipanes, habían tomado la paz como un medio para hostilizar a las villas del Norte desgraciadas a su placer, aprovechándose de la gran masa que forman unidos a los tancahues, cocos, jaranames y Karankawas.
Se referían también a los lipanes, como dueños de un gran conocimiento de los terrenos, por lo que algunos vecinos les permitían vivir en sus agostaderos, entrar a sus ranchos y pueblos, y aún proveerlos de armamento y municiones por algunos jefes que, no conociendo sus maldades, los creían de buena fe, lisonjeándose que podrían ser de alguna utilidad en la persecución del comanche.
El alcalde de Reynosa tenía recelo del lipan
En 1837, don Luis Guerra, alcalde de Reynosa, decía que el lipan tenía una sombra privilegiada, que no gozan los hombres en sociedad, y se le daba porque pedían y vivían en sus terrenos, “aprovechándose de nuestros bienes porque quieren, y nos hacen la guerra por complacencia de su vaguedad”.
Guerra decía también que el lipan era feliz a proporción de las desgracias que sufrían los habitantes de las villas del río Bravo del norte y lo serían más cuando se despoblase el valle.
En una de sus cartas, el alcalde hacía un poco de historia, y recordaba que en tiempo del gobierno español, el lipan vivía en Laredo, el tancahue en la Bahía, el jaraname en la misión del Espíritu Santo, el coco y los carancahuas en El Refugio; no así el comanche, el yambarica y los guasas, que como naciones grandes del norte, con residencia fuera de Tamaulipas, entraban solamente guiados por el robo y por lo mismo se veían como enemigos de las tribus originarias.
La paz no duró mucho
El 27 de mayo de 1841, el subprefecto de Reynosa, informó que, en la Laguna de la Sal, habían visto a los indios barbaros, y que el día 28, en la jurisdicción de Camargo, mataron a dos vecinos de tres que andaban baqueando, habiéndose escapado el tercero.
Días después, en Reynosa mataron otro vecino en un combate que sostuvo la partida de exploradores de la izquierda del río Bravo con los indios.
Ante ello, se juntaron 50 voluntarios para la persecución de los indios, a quienes hallaron y enfrentaron en una escaramuza, por lo que dejaron 15 caballos en su poder.
Se lamentó la pérdida de Jacinto Zamora, dónde quedó herido Francisco Martínez.
La tarde del 31 de mayo de 1841, el rancho de Agua Nueva fue asaltado por una partida de indios y aventureros tejanos; los cuales se llevaron de rehén a don Gabriel Ramírez, vecino de Mier, con todos sus caballos.
Días después, los salvajes sorprendieron en la Noria de las Escobas a los vaqueros, y tras un breve tiroteo, dejaron muerto a uno de sus guerreros.
La villa de Mier era constantemente azolada
El 31 de mayo de 1841, una partida de barbaros sorprendió en las Cuevitas a varios vecinos de Mier, los que se escaparon de esta sorpresa.
Lamentablemente, quedaron muertos en el tiroteo tres de los principales vecinos de aquella villa.
El 11 de junio, el prefecto del Distrito Norte de Tamaulipas participó que los barbaros dieron muerte por la otra banda del río Bravo, a los señores Rafael y José María Peña y que por entre Mier y Guerrero, se internó hacia Agualeguas y Cerralvo una gruesa partida al parecer de lipanes, y en el transito hirieron gravemente a un vecino.
Tras esos acontecimientos y por disposición del prefecto del Norte, se destinaron a 300 hombres para patrullar entre Revilla y Reynosa; reforzados con 60 de Matamoros, esperando que el espíritu guerrero de los defensores diera escarmiento a los indios y texanos, causantes de muchos daños a sus propiedades.
El 5 de julio, una partida de trece vecinos de Mier se batió en el rancho San Antonio de esa jurisdicción, contra una banda de 50 o 60 indios.
El enfrentamiento duró desde las cinco de la tarde hasta que oscureció; hora en que el comandante don Juan Muñoz, mandó a dicha villa a pedir auxilio de hombres y parque.
El día 6 se volvieron a romper los fuegos, pero los nativos no lograron sostenerse mucho, retirándose al paraje de Las Escobas, dejando muerto en el campo a un guerrero.
A la mañana del día siguiente, salió don Remigio García, comandante de defensores de Mier, junto con 21 hombres que pudo juntar.
Por la tarde salieron 14 voluntarios más, conduciendo un cajón de parque en auxilio de don Remigio.
Se dio la orden para que se reunieran todos los vecinos de ambos lados del río Bravo y fueran a auxiliar a los obraban contra los indios.
En la madrugada del 7 de julio de 1841, los indios atacaron a la partida que conducía el parque, la cual ya se había reunido con la de don Isidro García; quien había salido a reunir a los vecinos de las márgenes del río.
En el tiroteo fueron heridos un vecino y un indio, el cual a los pocos minutos murió.
En Camargo también se les hizo frente
El 8 de julio de 1841, los barbaros en gran número, atacaron a una partida de vecinos en el rancho de Santa Teresa, la que habiendo quedado pie a tierra, hizo retirada hasta un bosque con cuyo auxilio se defendió.
El día 9, a las once de la mañana, una partida de 20 defensores de los 60 que salieron de Camargo, a las órdenes de don Julián Flores,alcanzó a los indios y les quitó 6 sillas y 9 bestias, no habiendo conseguido más ventaja por lo fuerte del bosque en que estaban y la precipitada fuga que hicieron. A las ocho de la noche, siete indios bajaron a beber agua al río Bravo, por lo que fueron atacados por los defensores que ahí estaban durmiendo,
y mataron a dos de ellos, mientras que el resto se perdió en la obscuridad de la noche.
En Matamoros también se combatió al indio
El 10 de julio, los indios sorprendieron a la guarnición que se hallaba al lado del Arroyo Colorado, por lo que se procedió a cubrir sus entradas y las de los ladrones de Texas, echándose sobre ellos, obligándoles a tocar retirada. En la fuga dejaron caballada y tomaron algunas bestias de la tropa.
Las autoridades de Matamoros decían que los indios no se retiraban de la región, lo único que hacían era mudar de puntos para iniciar hostilidades, por lo que se dio la orden que salieran en su persecución 50 defensores y vecinos.
Mientras tanto, el general Ampudia sacó la tropa de la plaza con el mismo objeto.
El 10 de julio se presentaron los barbaros en el agostadero de las Piedras, enfrente de Reynosa-viejo. El día 13, dio parte el juez de
paz del Soliseño, que en aquella jurisdicción andaban los indios hostilizando por la otra banda del río, por lo que se dio la orden de que los persiguieran.
A mediados de julio de 1841, una partida militar salió de Matamoros en persecución de los barbaros que asolaban la zona.
Un día después, se toparon con un grupo considerable de indios en un paraje llamado Fresnos, distante a seis leguas de la ciudad, por el otro lado del río.
El 16 de julio, don Jesús Cárdenas, prefecto del Distrito Norte de Tamaulipas, le informó lo anterior al secretario general de gobierno,
para que por su conducto le informara los hechos al gobernador, asegurándole que se habían tomado todas las providencias para reforzar dichas partidas, para de esa manera lograr pronto un castigo contra los barbaros.
Indios barbaros y sus alianzas con los tejanos
A fines de noviembre de 1845, el supremo gobierno de México recibió de la prefectura Norte de Tamaulipas, algunos partes sobre las hostilidades que los indios comenzaron a realizar con habitantes indefensos de los pueblos limítrofes, así como de una alianza que hicieron con los tejanos; quienes les suministraron armas y municiones para venir a incursionar en esta parte de la república.
El gobernador del entonces Departamento de Tamaulipas, también hizo del conocimiento de las autoridades centrales lo que estaba sucediendo,con el fin de que la frontera tamaulipeca del rio Nueces fuera puesta en estado de defensa por parte del ejército. También se solicitó una suscripción de caballos en todos los pueblos fronterizos para proporcionárselos a sus habitantes.
Poco después, la Gaceta de Tamaulipas publicó que esos infortunados vecinos, antes abandonados a sus propios recursos, contaban con la protección dedicada del gobierno departamental, y con el celo patriótico e incansable del general Mariano Arista, encargado de la defensa y seguridad de estos.
POR: Marvin Osiris Huerta Márquez