Cuando una persona se recupera del COVID-19, los trabajadores de la salud la despiden entre aplausos, pues es una de las batallas que la humanidad está librando con todas las apuestas en contra.
Tan solo en el último reporte de México, se registraron 743 mil 216 contagios y 77 mil 646 defunciones causadas por la enfermedad, de acuerdo con la Secretaría de Salud (Ssa).
A pesar de las victorias que se celebran a diario en todo el mundo, es sólo una batalla, pues se descubrió que aquellos que se han “curado” del SARS-Cov-2 han sufrido una fatiga aplastante y daño crónico en los pulmones.
De acuerdo con un estudio, del radiólogo Ali Gholamrezanezhad de la Universidad del Sur de California y su equipo, a 33 pacientes que se recuperaron del COVID-19 más de un tercio presentó muerte tisular que dejó cicatrices en los pulmones.
Gholamrezanezhad dice que es probable que la tasa general de daño pulmonar a mediano plazo sea mucho menor. Su mejor conjetura es que es menos del 10 por ciento. Sin embargo, dado que se sabe que 28.2 millones de personas han sido infectadas hasta el momento y que los pulmones son sólo uno de los lugares donde los médicos han detectado daños, incluso ese bajo porcentaje implica que cientos de miles de personas están experimentando consecuencias duraderas para la salud.
Otros órganos pueden resultar afectados
De acuerdo con el estudio, publicado en Nature, las personas con infecciones más graves pueden experimentar daños a largo plazo, no sólo en los pulmones, sino también en el corazón, sistema inmunológico, cerebro, entre otros órganos.
“Aunque en algunos casos las infecciones más graves también causan los peores impactos a largo plazo, incluso los casos leves pueden tener efectos que cambian la vida, en particular un malestar persistente similar al síndrome de fatiga crónica”: Nature.