De inicio con aparente voz nerviosa, leyendo un discurso envuelto en razones más políticas que jurídicas y figuradamente bajo una resequedad constante en su garganta y ocular, el formal presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, fue el encargado de apuntalar la línea instructiva que será recordada por muchos como la entrega fáctica de la Corte hacia el ejecutivo federal.
Aplicando la analogía con guardadas y muy respetuosas proporciones, el ministro presidente de la corte, en su participación de poco menos de 30 minutos, como una auténtica pizza domiciliaria, entregó la investidura que distingue a un juez constitucional, máxime si aquel se trata del presidente del órgano jurisdiccional.
En la sesión pública pasada, a través de un mensaje retórico, disfrazado de una intervención técnica jurista, el presidente de nuestro tribunal constitucional hizo de manera clara lo que no se pensaba ni esperaba, unió la rótula institucional de la Corte al pavimento adoquinado que rodea la figura presidencial.
Perdón, pero como abogado que soy no puedo ser ajeno a la inflexión sostenida y descarada de nuestro más alto tribunal, ese torcimiento es hasta ahora para mí, el más claro reflejo del presidencialismo contemporáneo en toda la expresión de la palabra.
Ante tal entrega me cuestiono, ¿Qué pensará de eso el personal del Poder Judicial de la Federación? personal que en su mayoría representa el servicio judicial de carrera y su trayectoria está auspiciada por la moral, la disciplina y el trabajo, en fin.
Pero aunque parezca que todo se ha perdido, no es así, en la sesión que resolvió el tema de la consulta popular para determinar si es viable o no enjuiciar a los expresidentes, emergió un presidente legítimo, el ministro Laynez Potisek, y no porque se haya autonombrado o porque en una plazoleta se le haya ocurrido la broma de inventar esa figura, sino porque sus argumentos se encargaron de imponerle esa denominación, destacando con claridad frases contundentes
que serán recordadas y utilizadas como paradigmas del derecho. Frases como “la justicia no se consulta” y “los jueces no son elegidos para ser o para ganar popularidad” son ya insumo para molinos de nuestra historia.
Definitivamente mucho se perdió con la entrega de la institución judicial, la mayoría de los ministros fueron muy evidentes al enmendar la pregunta objeto de consulta de forma abstracta, incierta, oscura e incluso infinita, pues ni siquiera maneja tiempos la interrogante que se consultará. Pero insisto, no todo se perdió, se ganó un presidente legítimo, el ministro Javier Laynez Potisek.
POR ALFONSO TORRES CARRILLO