Miente. Tan predecible como es, desde el pódium de más alto poder político en el país, el presidente Andrés Manuel López Obrador, dedicó la conferencia del 25 de noviembre para hablar de mujeres y apareció a cuadro flanqueado por un grupo de leales funcionarias que avalan sus políticas sin equidad de género, con corbata morada y colocando a mujeres periodistas en la primera línea de la mañanera, presentó un “morning show” con sus datos y sentencias de la violencia hacia la mujer, que según él, es fruto podrido del neoliberalismo.
En un discurso apurado y mal leído Olga Sánchez, presentó ante su Jefe una relatoría de hechos que más bien parece justificación a la inacción gubernamental: “si no hiciera lo que estoy haciendo no tendría cabida en esta cuarta transformación…la sociedad nos exige, nos dice ya basta y como gobierno nos sabemos obligados a la no reproducción de un sistema machista y patriarcal”.
Y mientras ella leía y leía sus datos, atrás, de pie, cabizbajo y meditabundo el hombre, me lo imaginé preocupado porque dejó puesto los frijoles o no le puso moneda al parquímetro, todo, menos ahí presente, y la Secretaria continuaba: “esta administración pasará a la historia como una administración comprometida con la igualdad, aquí hay una muestra de ello” y apuntó a sus compañeras, justó en ese momento es cuando al editor del programa se le paso colocar las risas grabadas y el gesto del hombre atrás tuvo que contener la sonrisa burlona.
También descansó el hombre del lenguaje de las señas, entró al cuadro chico del margen inferior izquierdo, una mujer que asumió la tarea que normalmente se le asigna a un hombre, todo fríamente calculado. Dos horas exactas de la mañanera 502.
“Basta de feminicidios, basta de violencia política” clamaba casi en voz baja y con la mirada inclinada, Sánchez Cordero, también de morado y con pañoleta naranja al cuello. Luego Alejandro Encinas, único hombre en la palestra, después del presidente, claro, con moño morado en la solapa, aseguró que se aplica la perspectiva de género en la búsqueda de personas, desde la Comisión Nacional de Búsqueda.
Y las preguntas, sin respuesta: ¿Funciona la estrategia cuenta hasta diez? ¿Cuáles son los indicadores específicos de los feminicidios? ¿Cuántas mujeres han sido víctimas en su propia casa? Al micrófono de nuevo, él, todo omnipresente, empoderado, seguro de sí, sin tomar un cachito de responsabilidad social en esta otra pandemia: “Toda la violencia que se padece en el país, contra mujeres y hombres es fruto podrido de un modelo económico materialista inhumano que se impuso en el periodo neoliberal, hay una profunda descomposición social en el país porque hace 36 años lo que predomino fue lo material, el triunfar a todo a costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole, el elevar a rango supremo el dinero, el abandono del pueblo, de los jóvenes, mujeres y hombres y el saquear al país….bla, bla, bla.
Hasta me acorde de un novio que tuve, de esos que ahora llaman “tóxicos”, una especie que no está en extinción y son muy sabiondos, se creen los héroes de la película y hacen creer a la mujer que está loca, que ve cosas, que inventa o exagera, que busca problemas donde no los hay, que sí él es infiel, es porque en casa no le dan; que no es que mienta, sino que no dice toda la verdad y si un mal día suelta un puñetazo, es que lo provocaron.
¿Usted considera que las causas de un feminicidio son las mismas que las de un homicidio? Le pregunta la reportera y la respuesta presidencial fue tajante y asusta: “En general, sí, porque ha habido mucha desintegración en las familias, mucha pérdida de valores”. Entonces, queda claro que no ha entendido un comino sobre la lucha de las mujeres. Su discurso denota que siguen sin interesarle las expresiones de las víctimas y colectivas feministas.
Después, desfilaron las demás mujeres para remarcar que lo que dijo el hombre. La gran ausente fue Rosario Piedra, de la CNDH andaba ocupada con las demandas interpuesta a las activistas que le rompieron los vidrios y les pintaron los cuadros en la “okupa”.
Al final, la fotografía del recuerdo, los aplausos y las hurras, los elogios propios y el “vamos muy bien”. Afuera de palacio, este mismo día dos o tres mujeres más eran víctimas de feminicidio, cientos más llamaban al 911 por una emergencia doméstica, muchas eran acosadas en la vía pública, y muchas, muchas, muchas mexicanas más fueron de nuevo invisibilizadas desde el máximo estrado de la república.




