En tiempos de pandemia imagine usted el medio ambiente. Los cambios que ha habido ahora sin gente, sin actividad vehicular fuerte, sin tantas fábricas, sin tanta calle y comercios, sin tantos negocios. Una imagen sencilla e inevitable. No lo vea como una palabra escrita nada más en un sobre o en un papel que lo defiende o lo promueve en un libro de texto.
Cierre los ojos e imagine el azul del cielo en la playa solitaria, el bosque verde y el silencio amarillo de las flores, converse con el paso de las abejas y diluya en la vista lejana el intermitente vuelo de las mariposas. Hace días que se puede.
Apenas nos descuidamoso nos lo prohíbe la viday las hormigas renacen, el viento es más fresco y regular, comienzan a verse las aves y se escuchan pequeñas historias que se cuentan por millares en las paradas del aire. Ante la ausencia del hombre, en los lugares la historia incorpora sonidos raros, colores nuevos y amplía el reparto de las utilidades del planeta.
Es el medio ambiente, la vegetación natural que vuelve por lo suyo, por su pedazo de tierra y la cubre con su manto verde de ranas y sapos, con cactus y manglares infestados de cocodrilos, con renacuajos gigantescos y peces desconocidos por nosotros.
El medio ambiente es el perfume de la tierra, el sonido del órgano melódico de los árboles más altos, el ruido del hombre con su máquina indómita, el elixir de los dioses en la fruta, el néctar de la miel puesta en los labios de una mujer culta, el rostro de la tarde roja, anaranjada y violeta antes de la noche.
El monte tiene una tregua con sus imbatibles rivales entre ellos el hombre. El ambiente tiene sed con sus flores y animales y llueve.
No tardan en salir aves exóticas que se escondieron antes de la aparición del hombre en la solera de una casa. Había hombres con resortera.
Ahora abra los ojos y descubra que el mundo aún está ahí. En esta parte del cielo, con una nube pasajera, con un pequeño cerro como un sombrero, con una estrella en los ojos que brillan desde un lago y un parque risueño.
Ahí están los árboles pero también las sonrisas. Cuidan las formas de ser felices viéndonos crecer como las ramas y sus sombras inmensas. Ahora que nadie sale, o casi nadie anda sin qué hacer en la calle, los dueños son los animales. El medio ambiente se completa en la calle, salen osos de un pozo, es el oso que se aseaba en un libro de texto de primaria, hace pocos años. Hay jaguares de una esquina, pumas espectaculares dejan la montaña y se asoman a una puerta solitaria.
Ahí está el medio ambiente que quiere regresar a las ciudades de humo y fuego, de soldadura y forja, de cables y postes, de block y cemento regado por el suelo de los patios.
Sólo el hombre padece esta pandemia del Covit19. Esta pandemia tiene dedicatoria propia, entra y sale de las ciudades, a sus angostas y anchas calles, vacías y ocupadas por la nada y por la ausencia de muchos.
El viento que inunda los coches se mete por los mofles y sale por las rejillas del aire acondicionado, un perro ignora la señal del semáforo pero no viene carro. Nadie atropella un perro pensado. Los carros que tienen permiso para circular lo saben.
El medio ambiente refresca y hace que se vuelva agradable la vida sin fiesta. Pero hacen falta los escolapios del recreo para amenizar las mañanas de los barrios, la riqueza de una sonrisa ajena y espontánea, La ligereza de una hoja leída, la palabra que no se entendió en lugar de esta, la última y la primera vez y todas juntas y juntos hacen falta, hacemos falta a cada rato y anotamos las fechas desde hace meses.
Qué extraña lógica ahora que me acuerdo, el tiempo pasa como si nada estuviera pasando.
Afuera crece el pasto con su olor inconfundible, el rico olor del orégano inmenso, el azafrán del tiempo encajado en el arroz y un momento de dos que se ven como nunca se habían visto luego
de mucho tiempo de este encierro. Es el ambiente, el estado de cuentas de dos que se hablan con solo mirarse a los ojos.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA