Para Andrés Manuel López Obrador no fue un segundo año muy bueno que digamos. Tampoco para millones de mexicanos que, en plena cúspide del Covid 19, se siguen preguntando si el Gobierno Federal ha hecho su mejor esfuerzo para aminorar el impacto de la Pandemia.
Recién el Presidente “celebra” su segundo aniversario en el poder ejecutivo, un espacio que cada vez más refleja —como diría el famoso politólogo Daniel Cosío Villegas— “el estilo personal de gobernar”.
Y es que cada vez AMLO prefiere seguir su peculiar forma de manejar el País de acuerdo a como le “laten” las cosas en el momento. La reciente salida del empresario Alfonso Romo de la Oficina de Presidencia envía una señal clara y explica que la política del día se organiza según el estado de ánimo del mandatario y no de lo que puedan sugerir sus “consejeros”.
Con la salida de Romo se distancia aún más la relación del gobierno federal con la iniciativa privada. Aquellos empresarios que no coincidan con el Presidente seguirán siendo calificados como “conservadores” y enemigos del régimen.
No conviene que AMLO se distancie de quienes dan empleo aún a millones de mexicanos. El régimen cumple dos años en medio de una economía enferma, afectada principalmente por los estragos del Covid 19.
La promesa de que el Producto Interno Bruto (PIB) alcance una expansión de 4 por ciento al cierre de su sexenio luce cada vez más difícil. Aún cuando los efectos de la pandemia han sido mundiales y de magnitudes épicas, el Fondo Monetario Internacional ha señalado que México será una de las economías más dañadas.
Se espera, según analistas del FMI, una contracción del PIB cercana al 9 por ciento este año que termina. Lo difícil está aún por delante, ya que tendrán que pasar varios años para que México retorne los indicadores previos a la crisis.
El Gobierno también ha decidido emprender obras y financiamientos que responden más a políticas populistas y electorales. La refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto Santa Lucía han demostrado ser estrategias fallidas que han recibido poco respaldo más allá de un apoyo marginal regional.
En el sector de la salud, aún antes del Covid 19, ya se venían presentando problemas. Por ejemplo, el gasto en este espacio fue recortado meses atrás, los presupuestos para servicios médicos de prevención y atención de enfermedades han disminuido más del 20 por ciento. Y el recorte para apoyo a vacunas y niños con cáncer ha sido notorio.
Quizá sea un buen momento para que el Gobierno Federal revire y convoque a una estrategia más pragmática y de inclusión en la que participen diferentes sectores productivos. Una especie de Pacto, una alternativa de acuerdo nacional que responda —pero en verdad— a las necesidades de la mayoría y no solo a nichos que le favorecen electoralmente al poder en curso.
POR HOMERO HINOJOSA