La prisa por construir una alianza electoral entre el PRI, el PAN y el PRD carece de una propuesta reformista o de transición a un régimen republicano. Por lo tanto, se trataría de un frente para la restauración del viejo régimen priísta. Los actores tienen sus referentes muy claros: es el PRI neoliberal de Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto, el PAN que pactó la legitimación de Carlos Salinas de Gortari en 1988 para traicionar el sentido de las elecciones de la ruptura priísta y del PRD ajeno al poscardenismo y controlado por el priísmo de José Murat Casab. En política no hay sorpresas.
El PRD cardenista fue desfondado por la salida de Cárdenas y de López Obrador del partido y por el papel clave de los perredistas en las reformas del Pacto por México que se amarraron como parte del neoliberalismo salinista 2.0 en el gobierno de Peña Nieto. Por si faltaran pruebas de la neoliberalizacion salinista del PRD de Los Chuchos –Ortega y Zambrano–, el propio Ortega aportó una comprobación contundente: en el 2019 publicó su libro Reencuentro.
La izquierda y el liberalismo político. Un proyecto de la modernidad mexicana, (editorial MAPorrua), cuyo contenido se nutre de dos libros publicados por el expresidente Salinas de Gortari para eludir su proyecto neoliberal: la fusión liberalismo con el populismo.
El Frente PRI-PAN-PRD, por lo tanto, carece de una oferta de transición de sistema político/régimen de gobierno/ Estado constitucional del PRI y se nutre del venero ideológico del salinismo neoliberal. Y su aparición parece lógica para enfrentar las expectativas electorales de Morena para mantener su mayoría de 2018. En todo caso, el nuevo Frente neoliberal está aprovechando las crisis internas en Morena, la consolidación morenista de los viejos priístas de la Corriente Democrática cardenista de 1988 y la falta de un proyecto real de cambio del sistema/régimen/Estado del salinismo.
Algunos grupos minoritarios dentro del PAN han estado trabajando en un proyecto de transición republicana de México, pero sin lograr espacios reales de poder. Desde el pacto de Diego Fernández de Cevallos y Luis H. Alvarez con el proyecto político e ideológico de Salinas de Gortari en 1988, el PAN perdió sus referentes históricos y de propuesta de proyecto nacional. El Frente PRI-PAN-PRD carece de una propuesta transicionista, se sustenta sólo en el sentimiento antilopezobradorista y no tiene un liderazgo propositivo.
Pero el voto anti PRI del 2018 sigue latente en una sociedad agraviada por la impunidad priísta de casi noventa años de existencia del PRI en sus tres versiones históricas. Las transiciones históricas recientes han tenido sus razones especificas: la elitista de Gorbachov, la revolucionaria de los capitanes portugueses y la pactada de Adolfo Suárez. Ahora el PRI-PAN-PRD propone una transición restauradora del viejo régimen priísta neoliberal, una especie de oxímoron tramposo. Y ante la debilidad de cuadros y dirigentes del PAN y el desprestigio de lo que queda del PRD, el PRI está apareciendo como el principal beneficiario de la alianza electoral.
El verdadero rostro de la Frente salinista PRI-PAN-PRD se conocerá con la lista de candidatos a diputados: la burocracia oligárquica de las tres formaciones partidistas y sus aliados. En todo caso, la suerte del Frente por la Restauración Priísta va a depender de que Morena siga con sus fracturas internas, de que priístas como Porfirio Muñoz Ledo mantengan el dominio del micrófono y de que Morena siga sin definir un verdadero programa de transformación de régimen vía una alianza plural de fuerzas sociales productivas.