La mano de obra de la mujer siempre ha sido más barata, de ahí que el sector productivo de los servicios las prefieran a ellas, además de que se ha demostrado que las mujeres son más responsables y actúan con más calidez frente al cliente, también en la maquila se contrata a más mujeres que hombres, igual que para las labores del hogar.
Hasta hace poco no se veía a hombres de camaristas o en las cajas de bancos y tiendas de auto servicio, tampoco en los aviones, las plazas eran solo para azafatas, otro rubro que da más cancha a las mujeres que a los hombres es el de la enfermería, la atención a enfermos o el cuidado de los infantes en las estancias infantiles. En la política, a fuerza de voluntad de muchas mujeres que han estado picando piedra para abrir espacios, es ya una realidad la paridad para puestos de elección popular y cargos de las administraciones.
Y sí hoy, como nunca antes vemos a más mujeres en el gabinete federal. López Obrador sienta las bases de una planta laboral de primer nivel con muchas mujeres. Sin embargo, la gran falacia de la paridad en este sexenio estriba en el líder, y lo dijeron antes de irse las mujeres que han renunciado al gabinete legal y ampliado actual, recordemos que se han tiraron por la borda funcionarias que estaban en puestos clave, en Atención a Víctimas, CONAPRED, de una Subsecretaria y del área de Comunicación Social de Salud, de la SEMARNAT, de una Subsecretaria de Seguridad y de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar las Violencia hacia la Mujer.
Abandonaron el barco y dijeron a propios y extraños los motivos: no les dan opción de responder con eficacia a quienes demandan atención de estas prioritarias áreas, además de que les quitan presupuesto para derrocharlo en acciones políticas.
Y se fueron las que estaban y se sustituyeron los nombres y se apagaron los reflectores sobre esos cargos, como pasa con la CNDH en manos de Rosario Piedra que se mantiene a la sombra, mientras se calman los ánimos de las okupas y demandas a feministas.
En los enroques de puestos que empezaron con la renuncia de Alfonso Durazo a la Secretaría de Seguridad, por motivos políticos, destacan la colocación de cinco mujeres en cargos importantes: Tatiana Cluothier como Secretaria de Economía, en sustitución de Graciela Márquez quien será propuesta para integrarse al INEGI; en la Sub Gubernatura de Banxico, Galia Borja, en la Tesorería de la federación Elvira Concheiro y la Capitana de Altura, Ana Laura López como coordinadora de Puertos y Marina en sustitución de Rosa Icela Rodríguez, que está a cargo de la Seguridad Nacional, en casa por Covid.
El presidente ha presumido en más de una ocasión que “este es el gabinete en toda la historia de México con más participación de mujeres y así va a continuar hasta el final”, en octubre, hubo un desequilibrio por un cambio en oficinas del Medio Ambiente, pero se corrigió.
Y tiene razón, nunca como ahora se ve en las fotos a más mujeres que hombre, antes eran clásicas las estampas de los “club de Tobi” y las decisiones importantes solo las tomaban ellos. Ahora sin club, las toma el dueño del templete mañanero.
El presidente posicionó la noticia del cambio en el gabinete, como su tema central de la mañanera y con un rimbombante título se ganó algunas portadas: “todos los nombramientos anunciados son para mujeres de probada capacidad y honestidad”. Y seguramente así sea, la probidad de estas mujeres no está en duda, lo está es su capacidad de maniobra en una administración de un sólo hombre.
Todo es forma, nada más, no hay cambio en el fondo. Las decisiones son centrales, sólo él las toma, sin un ápice de género. Estos dos años las colectivas feministas no han quitado el dedo del renglón denunciando públicamente que no hay políticas con visión de género y las que había fueron borradas. ¿De qué sirve un gabinete paritario con fe ciega en un jefe misógino y machista?