Yo señoras y señores canto en los micros. Se me da como bebo agua y la rifo, dicen los que saben de aguacates. Arriba del micro soy otro y las más quieren ver qué zapatos traigo. Son tenis señora, no se confunda, le diría si me dijera algo, pero nada me dice, es mi imaginación cochambrosa.
Antes cantaba a capella y puras rolas tristes que ponían bien serias a las personas, pero ya corregí el error y canto de esas que cuestionan a su peor es nada preguntándole por qué te marchaste o con guiro puro reggaeton y es cuando la raza hasta el más piedra saca una moneda con tal de que me baje y continuar su camino hasta que no quede ninguno y que el chofer se vaya a descansar a su casa y a dormir con dos caguamas en la panza.
A lo mejor ni toman y los estoy calumniando y son imaginaciones mías. Debo reconocer que también tengo mis ratos de autómata, cuando me doy cuenta ya estoy pasando a pedir la coperacha, es nada más para un taco de barbacoa. Cuando pongo un pie en el suelo soy otro, Dejé de ser el que antes fui y quiero regresar para seguir cantando, siento que me bajé en la cumbre de mi éxito con el solazo.
En la punta de la palabra canto en los micros porque no me queda de otra y se me da eso de la cantada. Tengo un amplio repertorio pero muy mala memoria, por eso agarro una, dos o tres que andan de moda, de rock de los que dan para arriba o de los que dan el cuartazo y sueltan el moco.
Yo mismo he llorado por una pena, eso no me incomoda, a cualquiera le pasa y a mí hasta me salen mejor las rancheras. Hay vatos que van con sus morras y cuando me subo se me quedan viendo y no me pierden de vista para que no desvíe la mirada a donde ella se va muriendo por verme, nombre, otro de mis alucines, la costumbre de contar chistes para que uno se ría. Un tiempo me junté con un payaso pero no me aguantaba la risa y ya después me encontraban en la calle y se reían, espérense, todavía no les cuento el chiste. Aborte del colegio de payasos porque es casi lo mismo.
Somos artistas de veras, no andamos fingiendo, aquí tenemos al auténtico Vicente Fernández y al mejor imitador de Cantinflas, y yo que canto con el güiro las de Roberto Jordán que ya nadie se sabe porque fue como el viento que deshojo una rosa y yo la recogí. Me sé las de Leo Dan, me las aprendí en YouTube y canto cumbias del al Tropical del Bravo. Les dije que mi repertorio es muy amplio, aunque medio olvidadizo.
Temprano hay que vocalizar al canto del gallo hasta que algo se raje, la garganta se abre como una herida, entonces pronuncias la primera vocal como si fueras verdad aunque seas mentira, y sólo un fiel seguidor de Kalimba. En días como éstos casi no hay pasaje y andas a tus anchas, pero en días normales de la nostalgia no dan chance los choferes porque van hasta el gorro. Arriba del micro te salen otros jales y andas en el agua, eres un barco a la deriva.
Yo soy de los que toman muy a pecho y con profesionalismo el momento sublime de cantar una rola, doy todo aunque no sea nada, eso nunca se sabe, qué tal si un día me hago famoso. Ya en personaje soy un Javier Solís en Sombras nada más con mariachi o Los Barón de Apodaca en uno solo, El piquito de oro que cantaba Ramón Ayala. No son complacencias pero hay miembros del respetable con cara de que les cante una del Buki y se las canto y pasó a cobrar en corto. Cuando canto yo soy el protagonista de las historias de la tragedia, cuando canto sufro, se me ruedan las lágrimas y me conmociono hasta que se me olvida la letra y compongo otra más alegre.
HASTA PRONTO.