CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS.- El cardiólogo tamaulipeco Ramiro Iglesias Leal, el primer médico aeroespacial mexicano y miembro de la Academia Internacional Astronáutica, murió ayer a los 96 años este martes en la Ciudad de México.
Iglesias Leal, quien nació en 1925, colaboró, entre otros proyectos, con la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés), en la misión espacial Apolo 8.
De alto reconocimiento mundial colaboró también con especialistas rusos, en el Soyuz, y de otras naciones.
A modo de homenaje, publicamos esta entrevista realizada hace poco al ilustre tamaulipeco.
-¿Cree Usted en el Destino?- Así a quemarropa, lanzamos la primera pregunta al médico e investigador tamaulipeco.
-¿El Destino…? Susurró él, como queriendo contener el aliento. Sus pequeños ojos rasgados, parecieron agrandarse ante los recuerdos. Con 95 años de edad, el Dr. Ramiro Iglesias Leal denota en su andar, que ha viajado mucho y recorrido grandes distancias.
-¿Cree Usted en los sueños? “Sí dijo, pero en los sueños que pueden realizarse. Soy un soñador y un idealista. Nunca he dejado de soñar… En cuanto al Destino, creo que éste siempre ha jugado a mi favor. Creo en la ciencia al servicio del hombre.”
Originario del Ejido Santa Rosalía, del Municipio de Camargo, Ramiro Iglesias vio la luz del firmamento el 30 de octubre de 1925. Descendiente de una familia de campesinos fue uno de los doce hijos, de Doña Estefanía Leal Flores y Don Luis Iglesias Alanís. Huérfano a los tres años de edad, el panorama de Ramiro Iglesias no era muy prometedor.
Los primeros años de su vida creció en un ambiente rural, en un lugar donde no se conocían los avances científicos y tecnológicos de esa época. Aun así, la curiosidad del pequeño destacaba del resto de sus amigos.
Para mantenerse activo en un salón de clases rodeado de libros, Ramiro Iglesias se vio en la necesidad de cursar tres veces el 4° año de primaria, sólo porque en su Ejido natal, no había un grado más arriba donde él pudiera escalar.
Fue ahí donde supo que la tenacidad, sería su compañera de viaje toda la vida. El día que los trasladaron a la cabecera municipal, para recibir al entonces Presidente de la República General Lázaro Cárdenas del Río, quien hacía un recorrido para supervisar las obras de la Presa Marte R. Gómez, Ramiro Iglesias supo en base a sus instintos y no a la razón, como él mismo afirma, que “tenía que hacer algo para salir de ahí”.
Con la valentía que ofrecen los primeros años de vida y armado solamente de sus sueños, cruzó la Plaza del Pueblo, y como en una analogía dio “un pequeño paso para el hombre, lo que significaría un gran paso para la humanidad…” se plantó ante el Presidente de la República y le dijo: Quiero estudiar.
Y nos relata: “Me acerqué al Presidente sin contratiempos, antes no había tanta seguridad. No sé si fue mi desparpajo, mi sencillez o el deseo de salir adelante que no podía ocultar, pero esa tarde el destino me abrió las puertas a otro Universo”
Inmediatamente el Gral. Lázaro Cárdenas instruyó al entonces Gobernador del Estado, Ing. Marte Rodolfo Gómez Segura, que se tomaran las medidas necesarias para que yo siguiera estudiando. En esos tiempos las órdenes de un Presidente eran sagradas, a los pocos días me vi trasladado a Cd. Victoria, donde no conocía a nadie. Me hospedaron en la antigua y prestigiada Normal de Tamatán, pero para mi desgracia era el mes de julio y no había ciclo escolar, aunque eso no me desanimó.
Por los salones del viejo edificio, deambulaban unos cinco o seis estudiantes de escasos recursos, quienes por sus condiciones económicas, no habían podido ir a visitar a sus familias a sus lugares de origen.
¡La fortuna estaba de mi parte, había muchos libros en ese lugar! Por mi corta edad, fui trasladado a Güémez donde en un curso intensivo realice 5° y 6° de primaria. De ahí en adelante todo fue tocar puertas, el Ing. Marte R. Gómez se convirtió en mi amigo y protector y creo que no lo defraude él deseaba que yo fuera Ingeniero.
Con grandes esfuerzos y siempre con una beca bajo su hombro, el joven tamaulipeco ingresó en la Facultad de Medicina de la UNAM, institución de la cual se siente muy orgulloso. Años más tarde cuando estudiaba Medicina Interna y deambulaba por los pasillos de la Sorbona en Paris, Francia… y cuando viajó a Inglaterra para especializarse en Cardiología, el prestigiado galeno no sospechaba que el Destino, le tenía reservado un lugar especial en el espacio.
Recuerda que en 1968 recibió una beca para estudiar un Curso Avanzado de Medicina Aeroespacial, en la Fuerza Aérea y la NASA de los Estados Unidos, oportunidad que había rechazado en dos ocasiones anteriores. “Esta vez, el Destino toco a la puerta de mi consultorio.
Uno de mis pacientes me dijo que la NASA buscaba un médico joven que hablara dos idiomas, para enviarlo a especializarse en la materia. No lo dudé, esta vez no dejaría pasar la oportunidad”.
“Cuando me asomé por primera vez a ese Universo de conocimiento totalmente nuevo, me enamoré de él” afirma el científico quien se ha desempeñado como: Subdirector del Hospital de Cardiología del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS, Director Médico de la Compañía Mexicana de Aviación y Director del Centro Nacional de Medicina de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, entre otros.
La mente indomable de este científico que desafió las barreras culturales, económicas e ideológicas de su época, lo convirtieron en primer médico en recibir y analizar un electrocardiograma proveniente del espacio. Era el 24 de diciembre de 1968 y la nave era el Apolo 8 que se encontraba en órbita Lunar, a 386 mil kilómetros de distancia de nuestro planeta.
POR Judás Mirafuentes
Expreso-La Razón