Veremos muy pronto algo que, por cierto, ya no será novedad: el ungimiento del candidato del PAN a la diputación federal del V distrito. Y si, como se ha dicho hasta la saciedad, será Oscar Almaraz el nominado, y desde ese momento podrá ser llamado “señor diputado federal” porque la competencia, con sus malas decisiones, perfila desde ahora una aventura electoral fallida.
Óscar debe estar feliz. Ya se le ha visto con una sonrisa de oreja a oreja, como el emoticón que ha sido su distintivo desde que decidió buscar por primera vez la alcaldía victorense en el 2016, la mismísima vez que Francisco García Cabeza de Vaca derrotó en las urnas a Baltazar Hinojosa, con lo cual se precipitó la prolongada agonía del priismo tamaulipeco.
Hace tres años y medio años Almaraz se quiso reelegir como alcalde pero sucedió entonces que la carita feliz se tornó en un emoticón sollozante cuando la mala fortuna y la coyuntura política determinaron que el ganador sería Xicotencatl Gonzalez Uresti.
Xico, que nunca se bajó del caballo y que solo se despojaba de las chaparreras cuando tenia que enfundarse en el calzón de licra con que ensayaba zumba, fue una gran decepción aún para quienes se empeñaron en encumbrarlo.
Más le valía haberse quedado en su consultorio de Medical Norte donde habría hecho menos daño.
Pero los victorenses no tenemos tanta suerte y Xico tuvo tiempo suficiente para hundir a la ciudad en el peor de los desastres que registre la historia.
El médico internista enloqueció, o tal vez ya estaba loquito y los incautos victorenses ni nos dimos cuenta de los delirios que se hicieron evidentes cada vez que sus ocurrencias desgraciaban a la ciudad y dilapidaban los escasos recursos en beneficio del trio de bandidos que lo acompañaron en su desquiciada manera de administrar la ciudad.
En esos demenciales arranques andaba cuando pateó el estacionómetro en la calle Hidalgo mientras sonreía con la mirada errática como si en realidad asestara el puntapié al mismísimo Almaraz.
Oscar, quien seguramente vivió días difíciles por entonces, fue por sus pecados reales o imaginarios, el blanco predilecto de los desahogos de Xico quien una y otra vez repitió, hasta que fue defenestrado, que todos los infortunios de Victoria eran obra de su antecesor.
Todo parece indicar que ahora, con Xico expulsado del Palacio Municipal y él convocado por el PAN para aceptar la candidatura, disfruta del momento. Sus números, los fríos números de las encuestas lo colocan ante la privilegiada circunstancia de que puede ser bastante útil para amarrar el triunfo del PAN en Victoria, con una candidatura que era inimaginable todavía hace algunos meses.
Nada fácil debe ser para Almaraz adaptarse a su nueva circunstancia. Seguramente que entre algunos de sus viejos amigos y asociados hay quienes no están muy contentos… pero ni modo de darles gusto y desaprovechar la oportunidad de regresar por la puerta grande a la política..
Simplemente el ex alcalde victorense dejará atrás los tiempos de las preocupaciones y de los saldos rojos de su carrera ahora que empieza a enderezar su barco. Abandona el ostracismo político, refresca su imagen, sepulta malos recuerdos y “recetea” una carrera política que parecía incierta.
No es cualquier cosa lo que le han ofrecido y ya ha aceptado porque es la oportunidad de reanudar su carrera en una circunstancia afortunada para cualquier político: si gana será parte de una legislatura que si se atreve, tendrá el efecto de un parteaguas en la vida nacional.
Por eso muy en privado, o a veces esporádicamente en su búnker de “La Corte”, se le ha visto esbozar una sonrisa que es celebración anticipada.
Sabe que vendrán días difíciles, amistades perdidas, reproches y uno que otro reclamo… pero el balance final cuenta en su favor. Y es que en política el presente es lo que cuenta…
Tal vez como corolario de este comentario habria que señalar la pobreza de cuadros políticos que vive la ciudad.
Dos organizaciones, una ultrapoderosa en el pasado y otra en el presente, como el PRI y Morena, han sido incapaces de encontrar candidatos competitivos de tal suerte que la catástrofe política que parecía vislumbrarse con el fracaso de Xico, se diluye de manera definitiva.