Hoja de lata unida plegada sobre ti. Hoja verde de ciprés volando por el aire. El sol se estrella entre las ramas y el cuadro en la pared visto desde lejos luce al centro de la casa. La taza de café va y viene, se detiene de pronto. En la tarde aterrizan los recuerdos, se deslizan en el aire, son volantes del pasado escritos de primera mano que su raíz secaron, ni siquiera un jamás, un bendito hasta nunca.
Por la ventana sale el eco de la gente que vivió desde siempre bajo ese techo o murió, como ustedes gusten llamarle, la tierra ha perservado sin embargo, casi sin rasguño ha sobrevivido a la vida azarosa y contradictoria de cada uno.
En la ventana vi que el mundo se acababa mientras los niños tercos se tuestan al sol es la canícula, dicen el día, me cae que ba a llover pues hay hormigas presurosas e inseguras. Abajo el mundo concluye de un pisotón sin aplausos, sin algarabía, sin pompas de jabón.
En la ventana el vidrio mojoso, la tierra acumulada en invierno, el cristal estrellado, el recuerdo y el olvido, la poca lluvia, el trueno. Un tiempo se llevó un poco a todos los miembros de una familia y las historias son el número que llevaba el frente esa casa, el 101, grabado sobre un cuadro de lámina pintada de azul.
La esquina hoy en día es una oficina llenas de guardias de seguridad.
Cuidado a donde vas, con cuidado soportando el peso sobre la huella, tu huella, tu rastrojo de oro en la ciudad sitiada. Qqmue nadie te sepa entonces, que nadie te huela o te vea llegar a la esquina y apostar a ciegas, cruzar la ciudad a la hora que quieras sin cebras, sin semáforos vilipendiados y melindrosos.
Hoja de lata unida a mi silencio de gato, a mí recalcitrante conformismo de agujero, de noche oscura. Salí y sólo me dijeron cosas que nunca quise saber y me ocultaron otras que realmente me interesaban, en eso consistió por un tiempo mi saber.
Llma tierra gira y gira, afuera en sus baños de sol y agua, en las asoleadas lunas se regocija el paso del aire. El canto de la noche es estival como una canción, un rumor de olas en la marea de una nostalgia, un fragmento de espacio en el rincón de mi voz.
Podrás estar aquí junto a la puerta al ritmo del aroma agrandada, a vorágine de guayaba a ti. Y la mañana es eso en lo que estás colgando de las arrugados tenis que ves pendientes de los cables de luz. Y en esas enredaderas las luces son escalera y ves el cielo tan cerca de veras como encima de un andamio.
Por la tarde, mirando tu ausencia te encargo esta lluvia leve que no moja las casas. Una parte de mí irá contigo pues esto como quiera, como quieras llamarle nos lo dieron para enterrarlo junto y no para un simple encuentro de dos personas que perdieron aquel día, dos soldados que se conocen el día de la guerra y huellas de eso por todos lados.
El morbo comenzó a brotar de un tubo que llevaban a las afueras del día en mi última parada de esta travesía, solicité hablar, hacer uso de la palabra, decir adrede, mantener una posición y dar la cara.
Hay huellas de manos en todas las puertas, y en las paredes lucen los escolares graffitis, las manos abiertas, la tenaz vereda del agua. Hay huellas del tractor hundido en el lodo de un hueco, hay huellas en la soleada malla de concreto que cubre la calle. Guardo para mí tu rostro de arena y no me olvides, tu rastro deletreo en la página, en la mano, en el suave recuerdo de una hermosa tarde brillando en en el reflejo de una hoja de lata.
HASTA PRONTO.