Duerme uno donde duerme, en la sala espaciosa, duerme en el viaje, duerme uno un rato, duermes mientras tanto en lo que esperas a alguien o a nadie, mientras llega la noche o se acaba.
Duermes toda la santa noche y parte del día, la noche hace brujería, malas artes y te duermes como quiera, adrede en el portón de una casa abandonada, en la puerta de una tienda, en un palacio se duerme uno con estrellas. La noche cae pesadamente sobre las rocas, la tierra causa un tumbadero, bajas entre soldados propios y extraños.
Duermes y no eres capaz de despertar y andar por ahí paseando en las plazas, duermes debajo de la cama y en la cama se tejen las historias de muchos pueblos. Duermes en la alcoba con el repentino insomnio acechando, duermes en la madrugada un rato en el silencio, en el sueño roto y estrellado, en el techo, en el cielo falso, duermes porque es lo tuyo, se te da, en el reparto a ti te tocó el abrazo de Morfeo, duermes en el suelo, sobre el techo de una casa vecina, has dormido muchas veces corriendo por escaleras provisionales y temblorosas.
Dormir es un arte en el día oscuro. La mujer desnuda y el hombre embrutecido busca el cuerpo presente en la abundante esfera de la noche, hay aposentos para dormir, colchones de agua, marinos colchones, barcos de aguas tranquilas o más borregos trasquilados por las noches de insomnio.
Bien que lo sé. Hay catres, colchonetas, petates, hamacas, periódicos, cobija dura y seca, terca almohada de piedra, de tierra, pasto y concreto, madera de palo, almohada del sueño. Al dormir fluye la noche concreta, quien duerme no está en en un castillo real ni en un banco de arena, en la playa duerme uno entonces, en todos los planos y por todas las razones. El sueño repara una falla, un leve deterioro del alma, el sueño recupera objetos largamente olvidados en la memoria, duermes y emigran las palomas del alma, mientras la compañera duerme tu velas con el corazón en la mano diciéndole te amo.
A Sansón lo agarraron dormido dicen, yo mismo me he dejado crecer el pelo como la noche blonda y prieta. Dormí en las azoteas del amor, del perro amarrado, del viejo lavadero de la entrega mirando estrellas, quebrando vidrios en el cielo, en los ruidos curiosos y temperamentales de la noche . Dormí sobre las escaleras de subir a la nada. En su mecedora, es un clásico la abuela dormida en la solera, salió en un almanaque y todo, el fotógrafo fue olvidado y vencido muerto por el tiempo puntual y exacto. Duerme hacia la ventanilla un fulano en el transporte urbano.
Es extraño, viéndolo bien dormir es crecer creer en nosotros mismos, confiar en que nos levantaremos al día siguiente para seguir, así de bonita sables vida, ha sido tan constante y sabes de pronto que eso de despertarse será lujo en algunas ciudades. Duermes en los bancos de la escuela, en los escritorios de los amaneceres. Duermes sobre las rocas luego de dos copas, duermes con la hermosa y es cuando no duermes.
Dormir es el olor viejo
de los muebles, los resabios ociosos de café caoba guarecido en el tallo. Sobre la noche duerme uno en los frescos patios del olvido y el sueño.
HASTA PRONTO.
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA