13 diciembre, 2025

13 diciembre, 2025

AQUÍ TENDIENDO LA CAMA

CRÓNICAS DE LA CALLE / RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

Una mujer así decúbito ventral, nalgas arriba, tendida como la luz en una playa, rasgad en el lienzo de la cama. Una mujer así sobre la luz de un sol inquieto esperando en la mirada, una mujer así de cúbito ventral viéndome venir, yendo a donde voy, con los ojos en la pared de mi cuerpo, sujeta a las amarras para no naufragar en el aire.
Yo la vi así no hace mucho tiempo, hará cosa de una ventana, un sueño en la madrugada, un despertar felino entre el silencio de la casa, en los tejados en los coloquios, del armisticio de perros en el patio, y por una cosa de nada la vi yéndose de plano en la tecnología de otro cuerpo que había venido a buscarla, acaso digital, pero al florecer el día siguiente incauto abrí la puerta y la volví a ver bajo la luz y escapó del recuerdo.
Como siempre, dicen que la vi, que dije algunas palabras y ahora ya no estoy muy cierto, pero me trastorné, parece lógico y es una palabra revuelta en los laboratorios de un idioma que no lleva a ningún lado de las explicaciones.
Yo la vi así y pudo ser cierto, fue muy inteligente de mi parte o de su parte dejar este imperante edificio construido en la calle mientras azuzaba el frío de un invierno neutro, tieso en el cuerpo de cúbito ventral que ahora evoco.
La recuerdo y no sé si fue cierto pero la repaso en lo que despierta y me vuelve a ver con las manos en el espejo buscando con los dedos la nariz, la boca, el cuello que perdí esa vez justo en la madrugada de aquella visión.
Pero una mujer de cúbito ventral reflejada su espalda en el techo suele decir algo que no entiendes para ese entonces en el cual hablar en lenguas no alcanza a traducirse en cuerpos, tampoco logra su penetración cultural en todo un pueblo, y afuera dicen los maldicientes, son tercos en desmentirme en las tardes de café mientras una señora celular en mano discute si compra pollo o así se la lleva para ahorrar el escaso dinero. Una mujer así también puede pensar en ella mientras nos olvidamos de nosotros, retornar al desgastado discurso de leperadas en las convenciones del vecindario, las deudas imposibles y el estirón de cinto para ver si esclarece por si alguien la mira y dijera lo que fuese, cualquier palabra.
Entonces de reojo la mujer así de cúbito ventral puede que sonriera luego de cualquier tarde del café sin azúcar. Desde el borde de la cama los trozos de la mujer acostada da vueltas y curvilínea, asomada al deseo, a la intensidad de mis huesos, derretida en la carne de mis labios, quebrada en el crisol de los ojos, es también el asesinato cruel de los años y los muros, el desmoronamiento de versos que se han ido lejos.
Una promoción así en este frío invierno recorriendo los parques del cuerpo a sotavento puede ¿Por qué no? decir algo, lo que sea, una vieja palabra, un anacronismo enloquecedor y cursi en medio de una miseria de textos no escritos en aparadores de mirarla sin ropa frente al televisor, parpadeando en las paredes y sus desleales sombras.
La vi de cúbito ventral, dijeron alguna vez y se quedaron para siempre a ver lo que seguía de la novela en ciernes. Apenas empezaba a oscurecer y la promesa estaba abierta a los juegos de azar en las voces de afuera, el murmullo, y la cotidianeidad de las palabras en el palpitar de la gente
Pero una mujer así de cúbito ventral, hecho en desesperaciones de los años, de la reminiscencia, en alarido de soledades juntas , ¿Por qué no?, tiene un algo de Gloria, un mucho de triunfo para el pobre sujeto que ve de reojo cómo se tiende la cama en el olvido, cuando ella de cúbito ventral se esfuma entre las ropas y se deja acariciar por la memoria.
HASTA PRONTO.

POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA

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