México, creo en ti, porque escribes tu nombre con la X que algo tiene de cruz y de calvario; porque el águila brava de tu escudo se divierte jugando a los “volados” con la vida y, a veces, con la muerte. Ricardo López Méndez.
No se sabe si por coincidencia o por consecuencias inevitables, pero tres hechos se conjuntaron en las últimas horas para dibujar un panorama de emergencia sanitaria en torno al COVID-19: las cifras consolidadas del INEGI sobre cifras reales de fallecidos por el virus, la certeza de que no habrá vacunas efectivas este año para los 126 millones de mexicanos en doble dosis y el alza en las cifras de infectados y fallecidos como consecuencia de la falta de cuidados en las fiestas de fin de año.
La nueva ola de infecciones estalló en América y Europa y gobernantes europeos tomaron decisiones inevitables: España y Francia decretarán estado de excepción a partir del lunes y confinamiento absoluto por quince días y podrían ser el doble o el triple para romper la cadena de contagios.
Los estados de sitio se asumen en circunstancias extremas: para combatir disidentes o en situaciones de guerras. La crisis provocada por el coronavirus dibuja una situación de emergencia extrema: no vencer al virus, sino cuando menos romper la cadena de contagios. La expansión del virus ocurre de manera geométrica –uno infecta a varios y cada uno de ellos a su vez a muchos. Por eso la primera medida de control sanitario consiste en aislar el virus y evitar la multiplicación por contactos. El cubrebocas y la careta y los gel ayudan un poco. Pero el problema es de expansión infecciosa masiva.
La situación que vive México es de emergencia sanitaria en grado de estabilidad nacional. Las cifras de infectados y muertos y los mensajes optimistas ya no alcanzan para ofrecer expectativas ni para mitigar polarizaciones. Los más de 1,800 muertos en un día podrían escalar pronto a 2,000. La irrupción del rector de la UNAM, Enrique Graue, fue para señalar que el sistema de salud ya estaba rebasado. El Estado tiene aún instrumentos de gobierno para atender emergencias de todo tipo. El tiempo electoral será negativo para el Estado, el gobierno y hasta para todos los partidos porque la politización de la pandemia sólo exacerbará los ánimos, sobre todo porque la oposición carece de alguna propuesta coherente, viable y sensata.
POR CARLOS RAMÍREZ