No debió ser nada fácil para Óscar Almaraz decidirse a dejar el PRI, el agrupamiento político en el que ha militado toda sus vida; pero finalmente la vía que escogió para aceptar la propuesta panista de ser su candidato a diputado federal fue la más sensata.
¿Cómo decir que sí a la invitación panista sin enfrentar un proceso de desgaste, sin revertir las expectativas de un proyecto político que parece encaminado a ganar? El cross over de Yalheel Abdala, atrabancado como la misma personalidad de la virtual candidata a alcaldesa de Nuevo Laredo, debió dejarle en claro a Almaraz que había que ser cuidadoso de las formas.
Antier se dio finalmente el gran paso de una manera mesurada y calculada. Primero una discreta misiva para separarse del PRI con un lenguaje cuidadoso, sin grandes aspavientos, y unas cuantas horas después, un comunicado del comité estatal panista le hacía saber a la opinión pública que en sus planes estaba invitar a Óscar para que fuese su candidato por el V distrito.
LO DEMÁS YA ES HISTORIA
Por lo demás, del papel que han jugado los priístas en este proceso, lo más decoroso es lo hecho por Almaraz. El mismo líder estatal Édgar Melhem no ha podido evitar suspicacias por la tibieza con que ha asumido su participación en este incipiente proceso electoral.
Ha hecho Édgar lo que procuraban hacer en el pasado los integrantes de la vieja clase política. Acostumbrados a la negociación tersa y al trato afelpado con los adversarios, seguían siempre una regla infranqueable: con nadie hay que ponerse los guantes… ni cuando está helando.
Y, por otro lado, no nos alcanzaría el espacio para enumerar a los operadores y dirigentes priístas que desde hace mucho tiempo se alquilaron con otros partidos, enemigos en otros tiempos, para ganarle votos inclusive al mismo PRI, cono ocurre ahora mismo en San Luis Potosí y Nuevo León.
La agonía priísta que ha sido larga y penosa, se acelera y es difícil que por lo menos en el corto plazo logren levantar cabeza y refrendar viejos lauros que ahora están arrumbados en el rincón de los olvidos.
En el futuro inmediato que tendrá su primer escenario álgido en junio del 2021, no se ven más protagonistas que el Partido Acción Nacional que gobierna a nivel local, y Morena que se ha instalado en Palacio Nacional y en el Congreso de la Unión, todavía con una mayoría abrumadora.
Por lo pronto en el escenario local no se puede soslayar que el operador político número uno, Francisco García Cabeza de Vaca, ha podido acomodar sus piezas políticas de tal suerte que los pronósticos favorecen ampliamente a sus candidatos.
A nivel estatal Morena no ha logrado crear estructura, ni articular una estrategia inteligente de tal suerte que le seguirán apostando a los alcances de la marca y a la aceptación ciudadana que tenga el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando llegue el momento de pasar la prueba de las urnas.
Un frío análisis del escenario permite visualizar una elección competida, pero a menos que Morena dé la sorpresa con candidaturas atractivas, no se visualizan grandes cambios en la correlación de fuerzas a nivel local.
Y no está de más decir que el 2021 es el comienzo para el electorado tamaulipeco de las grandes decisiones que tendrá que tomar en el 2022.