“Si no traigo el azúcar muy arriba me he llegado a tomar unas 25 en una noche, pero hay otras que se empinan más” Elia, fichera .
Doña Elia le da un trago a su refresco y vuelve a checar su celular, lo guarda en su bolso y sonríe al Caminante.
– ¿A poco si va a salir en el periódico la entrevista? – le inquiere con gran curiosidad
– Solo lo que usted quiera revelarme, señito – le responde el vago reportero.
La mujer vuelve a sonreír y empieza su relato.
Afirma tener casi cincuenta años “ya le ando llegando al tostón” dice burlonamente:
“Yo soy de Puebla, y muy chiquilla llegué a Reynosa con mi hermana hace muchos años, pero no me gustó el ambiente de allá, muchos accidentes y muchos asaltos a cada rato, y me vine a vivir a Victoria” cuenta doña Elia.
“A principio trabajaba en fondas y comedores, y aprendí a hacer tacos de harina de los que aquí les dicen ‘flautas’. Luego me junté con el papá de mi hijo, pero un dia se fue pa’l otro lado y ya nunca volví a saber de él. Mi niño todavía ni entraba a la escuela y ya no tenía papá. Luego me traje a mi papá a vivir conmigo. Mi hermana también se fue pa’l otro lado y vive en Atlanta”.
“Pero luego tuve un problema con el dueño de un restaurante muy conocido aquí en Victoria y su esposa anduvo diciendo chingadera y media de mi y ya no quisieron contratarme en otros lugares. Una amiga me dijo que si quería entrarle a trabajar a un bar, de mesera y haciendo el aseo. Luego me di cuenta de que ganaba mas dinero acompañando a los clientes a tomar y así fue como empecé en este ambiente” relata la señora.
Hasta hace un año, Doña Elia trabajaba de fichera en varios lugares, es decir, se llevaba una pequeña comisión por cada cerveza que el cliente le invita.
– Oiga Doña Elia, ¿cuantas cervezas se ha llegado a tomar en una buena noche? – le pregunta el Caminante
– Pues depende, si no traigo el azúcar muy arriba me he llegado a tomar unas 25 en una noche, pero hay otras que se empinan mas – responde ella
Doña Elia confiesa que al principio le daba vergüenza tomarse la copa con los clientes, porque muy a menudo se topaba con conocidos que la identificaban inmediatamente.
“Un amigo del papá de mi hijo me vio una vez y se me acercó y empezamos a tomar, pero ya cuando estaba bien borracho me pidió que ‘nos fuéramos por ahí’ y yo le dije que no, que yo no era prostituta, que solo acompañaba a platicar y pistear, pero luego se enojó y hasta me quería cachetear” cuenta la señora.
“Mucha gente piensa que porque estamos adentro de una cantina ya somos pirujas, pero no es así, hasta en los bares mas fufurufos y elegantes hay ficheras, pero de eso a andar de prostis hay mucha diferencia. Al principio cuando yo estaba mas joven, bien seguido me hacían proposiciones indecorosas. Había un viejito, que era maestro y me decía ‘Elia, vente a vivir conmigo, salte de esta vida, nos casamos y si quieres te quedas con mi pensión’ pero yo no quería eso, imagínese, pasar el resto de mi vida cuidando a un viejito” dice la mujer.
¿Y no era muy peligroso trabajar de fichera?, le pregunta el Caminante.
“Antes no, si había pleitos porque ya tenía mis clientes y pues luego llegaba otro y yo estaba ocupada o bailando con otro y se me ponían celosos, porque aquí donde me ve, yo tenía bastante ‘pegue’ con los señores, no siempre estuve tan gorda” relata la mujer entre carcajadas.
“Luego pues llegó la inseguridad y pues empezaron a cerrar los bares… usted sabe porqué, una vez me tocó estar en una balacera, bueno mas bien tirotearon el negocio desde afuera y ya después no volvimos a saber de la dueña, ay no estuvo bien feo eso” comenta la señora con tristeza.
“Ya hace como tres años se calmó un poco eso de la violencia y pues nos dejaron trabajar pero ya ve, ya vamos pa’l año que cerraron las cantinas y pues que se le va a hacer”
– ¿Y de que ha subsistido todo este tiempo?
– Pues al principio empezamos a vender bollos y paletas en la colonia, pero pues dejaba muy poquito, luego hice donas y enamorados, pero pues me daba miedo contagiarme cuando vendía, sobre todo llevarle el virus a mi papá que ya está muy grande. Mi hijo vive en Reynosa y a veces me manda unos centavos, porque pues ya se casó y tiene un bebé de brazos, y yo pues hasta hace poco trabajé en un negocio de mariscos pero por la situación nos despidieron a mi y a una compañera, ahorita ando viendo si me dan chamba en unas gorditas de aquí del centro.
– Y si vuelven a abrir las cantinas, ¿Volverá a fichar?
– Pues quien sabe, con esta diabetes es mas difícil…la cerveza si la aguanto ¡pero ya las desveladas no! – dice Doña Elia y vuelve a carcajearse.
La señora toma su bolso y su celular y se despide del Caminante. De entre sus cosas saca una solicitud de empleo y enfila hacia la zona del mercado Argüelles. Ojalá consiga un trabajo donde no se merme mas su salud. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR: JORGE ZAMORA
EXPRESO – LA RAZÓN