Asoleaba monedas
de oro en el catre
En tiempos de la repoblación, don Everardo Huerta era el hombre fuerte del municipio, por lo que se llegaba a decir que asoleaba sus monedas de oro en un catre puesto sobre el patio de su vivienda.
Se sabe que su riqueza y su nobleza, fue usada para que muchos personajes que llegaron a lo que hoy es Mante, se encumbraron como prósperos comerciantes, sin que jamás le regresaran ni réditos ni dinero.
CD. VICTORIA, TAMAULIPAS.- La violencia que provocó la región suroeste de Tamaulipas la guerrilla de Magdaleno Cedillo, provocó que a fines del 915 y principios de 1916, se formará una Defensa Social en Nuevo Morelos para detener, las atrocidades que cometen estos grupos dispersos.
Esa acción debió provocar mucha molestia en los Cedillo, quienes después se cobrarían lo que creían una traición, ya que ese municipio eran parte de la zona de operaciones que les asignó Carranza en 1914.
Aún así, la vida transcurría con normalidad, y el 4 de mayo de 1916, en la capilla de Nuevo Morelos, el presbítero Ángel Arce bautizó al niño Ramón Izaguirre, nacido el 9 de agosto del año pasado e hijo de Melitón Izaguirre y de Julia Prez.
En ese tiempo, dicho presbítero era responsable de la feligresía de Ocampo, Antiguo Morelos, Nuevo Morelos y Quintero.
Se desintegra la
defensa social
de Severo Gómez
En los meses siguientes la violencia se incrementó y por ello se desintegró la Defensa Social de Nuevo Morelos que encabezaba su presidente municipal, don Severo Gómez. Al respecto, su hijo Pablo Gómez diría:
“[…] Solamente un año nos mantuvimos defendiendo este lugar, por lo que es imposible sostenerlos por falta de elementos cómo hacerle frente a la chusma.”
Eso ocurrió porque el gobierno del Estado no podía proporcionar la ayuda que necesitaban por lo alejado del municipio, por lo que quedaron sus habitantes a merced de las chusmas cedillistas, quienes en represalia incendiaron todo el pueblo en 1916 sin dejar casa, así como los ranchos El Cañón, San José, Rancho Nuevo, San Francisco y El Jordán, por lo que tuvieron que emigrar la mayoría de habitantes a diferentes partes donde hubiera garantías para vivir con más seguridad.
El gobierno carrancista
toma medidas en la zona
El 22 de mayo de 1917, el general Eugenio López le presentó a Carranza un proyecto para crear cuerpos irregulares dependientes directamente de la 5ª División a su mando, que sirvieran para guarnecer los pueblos de líneas divisorias de Tamaulipas con Veracruz, San Luis Potosí y Nuevo León, logrando con ello no distraer a esa división en tareas, por lo que dejó solamente la persecución del enemigo en las guaridas que tenían en la sierra.
López argumentaba que esas defensas sociales funcionarían hasta el exterminio de rebeldes y que los pacíficos habitantes de las municipalidades estaban dispuestos a cooperar, pues estaba en juego sus vidas y sus intereses por estar constantemente expuestos a la infinidad de atropellos, robos y asesinatos que cometían las tropas de Pancho Carrera y de Magdaleno Cedillo.
Ante ello, Nuevo Morelos se repobló a fines de 1917 y el general Nicanor Piña se puso al frente de defensas sociales de la región.
La lucha con los
garreros era a muerte
El 14 de enero de 1918, Rodrigo Castillo, jefe de auxiliares de Nuevo Morelos, derrotó en el rancho San Martín a 80 bandoleros cedillistas mal armados, que bajaron de la sierra luego de haber robado a vecinos de ranchos adyacentes.
Los rebeldes abandonaron en su fuga cinco máuseres, 4 carabinas 30-30, tres pistolas, nueve caballos y todos los objetos que habían hurtado en los ranchos de las Huertas, el Faisán, las Pitas, el Choy y el Tigre, habiéndoles hecho 15 muertos, cinco máuseres, cuatro carabinas 30-30, tres pistolas, once armas diversas y nueve bestias caballares.
Eran encabezados por Herminio Domínguez, sus hermanos, y Feliciano Reyes, “que se titulan jefes”, pero sus hombres venían sin armas, por lo que ante el ataque de las tropas del gobierno “corrieron en completa dispersión”.
De acuerdo al mismo parte, en el enfrentamiento resultó herido el cabecilla Antonio Domínguez.
Las autoridades y población de Nuevo Morelos, que desde 1916 sufrían el acoso de los Cedillo, los “cocoriaron” más con ese tipo de acciones armadas, pues sus tropas irregulares los combatieron encarnizadamente, motivo por el cual, el 10 de febrero de 1918, a las tres de la tarde, entraron 600 cedillistas al pueblo, cometiendo las depredaciones de costumbre.
Los vecinos abandonaron la población por no poder resistir, y huyeron a Tampico, por lo cual la villa quedó abandonada por tres años.
El destierro
Una de las personas que se fue a Tampico para huir de los garreros fue Ángel Hernández Guerra, nacido el 8 de diciembre de 1898 en el rancho San Francisco, jurisdicción de Nuevo Morelos; hijo de don Ismael Hernández y de doña María de Jesús Guerra y nieto por línea materna del ex presidente municipal Marcos Guerra y sobrino carnal de don Cipriano Guerra, ex presidente en 1915. En el puerto se casó con doña Albertina Avalos con quien procreó familia, para jamás regresar a este rincón huasteco. Actualmente radican en la península yucateca.
Pese a estar abandonado el municipio, el 23 de mayo, el teniente coronel Zenaido Piña, de las fuerzas de Manuel C. Lárraga, tuvo un ligero tiroteo con cedillistas en un paraje de Nuevo Morelos, a quienes les provocó bajas y además de algunos heridos; y tuvo que lamentar un herido de su tropa.
Debido a la revolución, la familia Niño se fue a radicar a Magiscatzin, estableciéndose en un rancho llamado “El Potrero”. Ahí fallece el 2 de noviembre de 1918, a la edad de 31 años y debido a la influenza española, Cliserio Niño, hijo de don Epifanio Niño, ex presidente municipal de Nuevo Morelos.
Se repuebla
Nuevo Morelos
El 25 de mayo de 1921, algunos ex vecinos de Nuevo Morelos que radicaban en Tampico, encabezados por Pablo Gómez, Faustino Torres y Gregorio Segura, se reunieron en un cuarto de renta que ocupaba el primero, para platicar sobre el futuro de la villa, pues tenía tres años en el total abandono.
“[…] jamás se nos olvidó que un día tendríamos que volver a repoblar este pueblo de Nuevo Morelos”.
En esa reunión acordaron formar una sociedad que se denominó “Repobladora de Nuevo Morelos” y cotizar $2.00 semanales cada uno de los miembros, mismos que se utilizarían para la construcción de casas.
Muchos de ellos tenían buenos trabajos Tampico, pues en ese entonces estaba en auge el puerto por las compañías petroleras.
Pablo Gómez en compañía de algunos más, acudió a Ciudad Victoria a entrevistarse con el entonces gobernador, general César López de Lara para plantearle el propósito de la Sociedad formada en Tampico. En dicha conferencia el gobernador les ofreció todo su apoyo, pero con la condición, de que cuanto antes se pusieran a trabajar en la repoblación, pues había pensado asimilar Nuevo Morelos a Antiguo Morelos debido a los años de abandono que tenía el antiguo Mesillas.
Ante esto, la Sociedad Repobladora tuvo el problema de quien se iría a Nuevo Morelos a realizar los trabajos correspondientes, pues nadie de los miembros quería dejar el sueldo y las comodidades que tenían en Tampico.
Don Pablo Gómez se animó a ser él, quien encabezaría la tarea encomendada por López de Lara, aceptó puesto de presidente municipal por designación, dejando trabajo y comodidades para repoblar su villa natal.
Antes de partir en tren, del puerto hacia Valles, le avisaron a Camerino Maldonado de Antiguo Morelos para que mandara mulas y caballos a dicha ciudad, y así emprender el viaje.
Lo acompañaba en su aventura toda la directiva de la Sociedad y un fotógrafo, quien retratara las ruinas y el estado en que se encontraban la plaza y las calles de la villa.
En días posteriores, con el dinero recabado se construyeron once casas solamente. Posteriormente llegó a la villa don Gregorio Segura, quien les dijo que la Sociedad Repobladora de Nuevo Morelos se había disuelto sin conocer los motivos y que venía a unírseles a radicar a la población.
Por eso, comenzó un calvario para el presidente municipal y habitantes, pues dicha Sociedad era la que solventaba los gastos.
Por los anteriores motivos, se suspendió la construcción de casas por falta de dinero.
Los pocos habitantes de la población se tuvieron que dedicar a la venta de coronas y así poder sostenerse.
Las vendían a cincuenta centavos, de los cuales tenían que pagar la correspondencia y llevarla hasta Antiguo Morelos en un burro que les prestaban.
POR: Marvin Osiris Huerta Márquez
Expreso-La Razón
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